17 abril 2012

'Cuarentón', de Joe Ollmann (La Cúpula)

Siempre que se ha intentado diferenciar la literatura por géneros, esto es, una literatura femenina frente a una literatura masculina, se ha hecho hincapié en el hecho de que las mujeres suelen ser en sus obras más reflexivas, más introspectivas, y que, en muchas ocasiones, consiguen reflejar la complicada mente femenina en sus textos. Esto también lo hemos podido ver en el mundo del cómic, donde las autoras más destacadas, en la mayor parte de los casos, han debido su éxito no a historias de superhéroes o de aventuras, sino obras que se enfocaban, de nuevo, en la historia en minúsculas, en las vivencias personales, o en la reflexión. Sólo tenemos que pensar en las obras de Marjane Satrapi, Julie Doucet, Alison Bechdel, etc. Pero, ¿es este territorio exclusivo de las mujeres? ¿Puede un hombre crear un cómic vivencial, que no caiga en los excesos de un Crumb o en el mero recuento de sucesos anodinos como Harvey Pekar? La respuesta la tiene Joe Ollmann. En su obra Cuarentón, retrata, entre la realidad y la fantasía, a un personaje que es su alter ego, divorciado y con dos hijas ya adultas, casado en nuevas nupcias con una chica y papá de un bebé, que trabaja de editor en una revista y que, por azares de su trabajo, se ve en una encrucijada sentimental. Ollmann se retrata de forma inmisericorde, conociendo cada uno de sus defectos. Su monólogo interior nos da cuenta de sus pensamientos perdidos, de sus contradicciones, de sus obsesiones, sin nunca perder el humor de cara al lector.
Debo decir que Cuarentón me ha gustado especialmente porque creo que el retrato que hace Ollman es sincero, tierno y descarnado a la vez, y el lector -especialmente el masculino- puede sentirse fácilmente identificado por las problemáticas que la crisis de la mediana edad producen al protagonista. Ante todo tipo de slice of life que encontramos en el mercado, muchas veces anodino, o cuyos autores creen que simplemente por contar cuatro anécdotas triviales de su vida pueden lograr un cómic brillante, Ollmann brilla por su dominio de la narrativa, por el inteligente uso del discurso del protagonista y por jugar con un material que no tiene nada de original para volver a usarlo y que sorprenda al lector empatizando con él. El dibujo de Ollmann es bastante limitado, pero efectivo: su estructura de nueve viñetas no varía en ningún momento, demostrando de nuevo que el autor está bien disciplinado en lo que se refiere a pulso narrativo. En resumen, Cuarentón ha sido una obra de la que no esperaba mucho y que me ha sorprendido muy gratamente, y que proponemos en Iconotropía como una de las mejores del año.

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