24 noviembre 2007

Máximo honor

El mundo del cómic, especialmente el de las Islas, está estos días de doble enhorabuena. En primer lugar, por la materialización del primer Premio Nacional de Cómic, una victoria dentro del mundo de la cultura que esperemos que tienda a normalizar la consideración del tebeo dentro del mundo del arte (iniciativa, además, que partió de estas tierras gracias a Joan Miquel Morey); en segundo, porque se le ha otorgado a uno de los grandes autores actuales: a Francesc Capdevila, Max, mallorquín de adopción y residente en Sineu. Max es hoy por hoy uno de los referentes más importantes e internacionales de todos nuestros autores. Su dilatada carrera, desde sus inicios a mediados de los 70 hasta la actualidad, le ha permitido conocer desde la faceta más underground del cómic hasta coeditar, desde 1995 hasta hace poco, una revista como Nosotros Somos Los Muertos, que partiendo de un planteamiento de rechazo a la guerra de Bosnia, llegó a convertirse en una cabecera que aunaba a la vanguardia de los autores de cómic de todo el mundo. Además, NSLM abrió el camino para que en nuestro país empezaran a conocerse autores como Chris Ware o algunos de los componentes de la llamada nueva ola francesa. Los últimos trabajos de Max nos muestran a un autor maduro, que ha asumido diversas influencias (el mismo Ware) y ha depurado su estilo, un autor que no duda en incorporar referencias literarias o de cualquier otro origen para enriquecer su estilo. El galardón, sin duda, es merecido. Finalmente, el Premio Nacional ha de hacernos reflexionar sobre la madurez de un medio como el cómic, que no es como muchos siguen pensando un entretenimiento de niños, sino un vehículo para las emociones y el arte igual de válido que el cine o la literatura.

(Publicado originalmente en el diario Ultima Hora)

23 noviembre 2007

Flashes (lecturas en inglés)

Una de las corrientes más seguidas por los autores del panorama independiente americano es el del slice of life, un género aquí podríamos llamar costumbrismo, y que lo único que persigue es narrar algunas anécdotas intrascendentes de la vida cotidiana. El peligro del slice of life es que puede caer fácilmente en la vacuidad y en la misma instrascendencia en que se basa: cuando este género brilla por sí mismo es cuando, por medio de esas experiencias usuales, logramos conectar con el lector, llevar la anécdota más allá. De no ser así, la obra se queda en una historia ombliguista y ridícula. En este contexto se enmarcan las dos obras que comentamos aquí. Big Plans, de Aron Nels Steinke (Pinball Publishing, 2007) es un ejemplo de ello. Dos anécdotas, una limpieza primaveral -con quema de cómics incluida- y la historia de una psicósis originada por el miedo al terrorismo, son el material principal de este primer número. Estilo naïf y minimalista, y edición indie para un cómic que es básicamente humo. Lo mismo para Feeble Attempts, de Jeffrey Brown (Top Shelf, 2007), recopilación de historias cortas desordenadas, que van desde la más pura improvisación, pasando por la parodia a los superhéroes, hasta los inevitables relatos autobiográficos. Una vez más, proliferación de viñetas en cada página, estilo deliberadamente descuidado, y tramas que en la mayoría de las ocasiones dejan al lector frío.
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