Terminamos 2014 y no quiero hacerlo sin dar mi particular lista de los mejores cómics del año, que tanto se prodigan en estos días. Esta lista se basa en los 145 cómics que he podido leer este año (considerablemente más que otros años). Aunque evidentemente puede haber omisiones de bulto, servidor es humano y ha hecho lo que ha podido y le han dejado. Sin embargo, este año me salen bastantes obras destacadas. Mi selección (con sus correspondientes enlaces) es la siguiente:
Una historia fuera de la continuidad del personaje y donde Bendis hace lo que mejor sabe hacer: plantear una trama detectivesca en torno a la identidad de Daredevil y su legado. Le acompañan en esta historia, brillando también con luz propia, ¡atención!, David Mack, Klaus Janson y Bill Sinkiewicz.
Mejorando lo que ya nos habíamos topado en el primer tomo, Eddie Campbell escribe en Baco una verdadera teogonía que, en el fondo hablan de la naturaleza del hombre y de su pretensión de inmortalidad. Filosofía, mitología, humanismo, religión y, cómo no, epicureísmo se dan la mano en este cómic que se pone a la altura de Los mitos griegos de Robert Graves, aunque para mí la parte de El Chico Ojos me sobra bastante.
Tras la muerte de su abuelo, Alex descubre una fotografía de éste con una enigmática joven. Este es el inicio de una búsqueda que llevará al personaje a un encuentro con otra realidad inquietante. Apuntes de onirismo, influencias de Clowes, Burns y, sobre todo, Philip K. Dick, para contar una historia que habla también de la obra de arte como ente independiente.
La gigantesca barba que era el mal, de Stephen Collins (La Cúpula)
El mundo de Dave, un insulso funcionario, cambia de la noche a la mañana cuando su barba empieza a crecer sin medida ni control. Collins crea una obra que se convierte en una metáfora sobre la libertad, las convenciones sociales, y el precio que hay que pagar por ser diferente, enfrentando la dualidad orden/caos, limpio/sucio, apropiado/no apropiado, formal/indecente, las apariencias/lo real... Y lo asombroso es que se trata del debut de su autor.
Oceania Boulevard, de Marco Galli (Diábolo)
Un taciturno inspector investiga el suicidio de un famoso presentador de televisión. Pero la investigación se vuelve algo complicada... Marco Galli utiliza un molde de novela hard-boiled para dar rienda suelta a una historia de pesadilla con influecias de Otomo, Lynch o Moebius.
El fantasma de la ópera, de Christophe Gaultier (Impedimenta)
Una soberbia adaptación de la novela de Gastoun Leroux, vibrante de aventura, terror y ostentación estética. El amor irracional, el misterio, la fantasmagoría... aderazada por el ambiente decimonónico y los lápices sucios de Gaultier hacen de esta una versión muy recomendable.
Degenerado, de Chloé Cruchaudet (Dibbuks)
Cruchaudet utiliza la anécdota real de un soldado de la IGM que desertó y tuvo que inventarse una nueva identidad como mujer y tener una vida en libertad para poner sobre la mesa temas como la atracción del abismo, la exploración de las diferentes sexualidades, las relaciones de pareja, la lucha por la identidad...
Texas Cowboys, de Trondheim y Bonhomme (Norma)
Trondheim demuestra una vez más su versatilidad aportando aquí los guiones de un western atípico por su forma de ser narrado. Bonhomme aporta un dibujo claro y elegante que complementa muy bien esta historia.
Santiago García demuestra que como autor no tiene parangón en nuestro país. No sólo firmó el despampanante Beowulf, junto con David Rubín, el año pasado, sino que este 2014 ha escrito dos de las mejores obras españolas. En ésta, la excusa del fútbol (tema que a mí no me interesa en absoluto) le da pie a crear un cómic impresionante y ecléctico, que une cómic biográfico, documental, teorías del conspiración...
La mujer rebelde, de Peter Bagge (La Cúpula)
Bagge se ha demostrado algo irregular en sus últimas obras, pero en esta obra en la que retrata a Margaret Sanger, una activista norteamericana que desde principios del siglo XX luchó por los derechos de la mujer. Aderezado con el humor marca Bagge y su facilidad para convertir los hechos reales en una farsa, surge un retrato humano, poliédrico y respetuoso de esta activista.
Els darrers dies de l'imperi mallorquí, de Xisco Fuster y Toni Planissi (Ed. del Despropòsit)
Un cómic de alcance limitado, lo hemos de reconocer. Uno ha de ser mallorquín para disfrutarlo en toda su complejidad. Porque, poniendo como telón de fondo una de las tradiciones centenarias de la isla como es la de Sant Antoni i el Dimoni, o lo que es lo mismo, la lucha del Bien contra el mal, Fuster y Planissi le dan una vuelta de tuerca para situar esa lucha en un plano más concreto, y de paso retratar con desparpajo la sociedad isleña.
Las meninas, de Santiago García y Javier Olivares (Astiberri)
Santiago García repite podio por esta obra que sigue el hilo de la investigación de un funcionario que busca testimonios para conceder la orden de Santiago
al pintor Diego Velázquez. En sus paulatinas conversaciones con
aquellos que le conocen, se va desplegando la historia de su genio
pintor. Pero más allá de lo biográfico, la obra destaca como una reflexión sobre el arte, su valor y su percepción, todo ello metaforizado en el proceso de creación de Las meninas. Si hubiera que elegir un solo título de esta lista, probablemente sería éste.
Historias del barrio: Caminos, de Beltrán y Seguí (Astiberri)
Gabi Beltrán sigue buceando en sus recuerdos de adolescente en el barrio chino de Palma a principios de los 80, para contar, gracias a la extraordinaria labor visual de Tomeu Seguí, una lección de vida, del paso hacia la madurez, de la tentación del abismo, pero también de dignidad ante la adversidad. Puede leerse con independencia del primer volumen, y además lo supera.
Inercia, de Antonio Histos (Salamandra Graphic)
Otro extraordinario debut, en este caso de Antonio Hitos. Con una historia de un personaje a la deriva vital, Hitos realiza un extraordinario despliegue narrativo que incluye narrativas paralelas, uso de la alegoría, un trazo frío y obsesionado por la línea recta y el detalle, que sin embargo tampoco le teme a la abstracción. Un cómic realmente impresionante.
De las últimas tres lecturas más destacadas del año aún no he podido escribir nada, pero os las apunto porque sin duda valen la pena:
Unahistoria, de Gipi (Salamandra Graphic)
Un escritor esquizofrénico obsesionado por el recuerdo de su bisabuelo, que combatió en la IGM. Dos relatos que se convierten en Unahistoria, en una proeza narrativa de Gipi, que sabe fusionar muy bien ambos cabos para crear una sensacional novela gráfica.
Sam Zabel y la pluma mágica, de Dylan Horrocks (Astiberri)
Se esperaba con ganas una nuva obra del autor de Hickville y esta no ha decepcionado. Sam Zabel, a través de viejos tebeos, da con una pluma que es capaz de transformar en un mundo real lo que dibuje... ¿Cómo se lo tomará, qué hicieron los anteriores dibujantes con esa pluma? El resultado es una obra metaliteraria que habla sobre la creación artística y la ¿responsabilidad ética? que tenemos para con ella. Todo como un bonito homenaje a la profesión de dibujante de cómics. Muy buena.
Caballero Luna: De entre los muertos, de Ellis y Shalvey (Panini)
Leí este volumen tan sólo porque su guionista era Warren Ellis; en ese momento no era consciente de las buena críticas que había suscitado entre los aficionados. Y la verdad es que Ellis vuelve a hacer un gran trabajo en esta cabecera, aun constreñido por las limitaciones de un personaje oficial de Marvel. Capítulos autoconclusivos para reconfigurar a este oscuro personaje y que tienen en el extraordinario dibujo de Declan Shalvey otra de sus grandes bazas.