08 diciembre 2025

'El laberinto del Cuco', de Max (La Cúpula)

Max es un autor que nunca se ha conformado con permanecer en su espacio seguro. Todas y cada una de las obras que ha publicado han sido siempre un paso adelante en la consecución de una estética personal, trabajada con ahínco desde sus inicios en el underground, y dando cada vez más énfasis a la depuración de los elementos gráficos, casi como un Juan Ramón Jiménez comiquero. Hemos hablado ya aquí muchas veces de este proceso. Es Max, además, un autor que se ha prestado al intercambio entre otras disciplinas aledañas al cómic. Y no es de extrañar, luego, que se aliara con la compañía de artes Itinerània, que, desde 2006, reivindica en sus obras la calle como espacio de encuentro. De esta feliz simbiosos nace El laberinto del Cuco una instalación, un cómic inmersivo, que originalmente se plantó en la calle (en Tàrrega, Catalunya) y que, en forma de laberinto, se convertía en una experiencia narrativa para el lector, que seguía los dibujos a través de los panales instalados en unos caminos que se bifurcaban.

De instalación de teatro de calle a cómic: Max publica el libro 'El  laberinto del Cuco' 

El mallorquín de adopción ha sido siempre un enamorado del mito, y, consecuentemente, el concepto de laberinto resulta a Max muy grato. Cirlot decía que el laberinto "es una construcción arquitectónica, sin aparente finalidad, de complicada estructura y de la cual una vez en su interior, es muy difícil encontrar la salida". Su simbolismo plantea la necesidad de alcanzar un centro, un espacio de verdadera paz. Y esto es lo que en la instalación de Fira Tàrrega se planteaba. Mediante la urraca de Max, un personaje-tótem en algunas de sus últimas obras, vamos serpenteando por los caminos (y las alternativas narrativas) que el autor nos plantea. En ellas, aparecen todos los elementos habituales de la actual estética de Max: la simpleza pero energía de su trazo, la alondra, el desierto, el bosque ululante... Y, en el centro del laberinto, la paz, el sosiego, después de toda las abracadabrantes peripecias de nuestra protagonista.


 

Si la instalación en Tàrrega ya debió de constituir para Max un desafío a la hora de integrar el espacio físico con la narrativa en laberinto que quería contar, me imagino que el hecho de convertir esa experiencia peripatética del visitante en un libro debió de ser doblemente desafiante. Sobre todo, porque al tener que encerrar entre los pliegos de un cómic la sensación de laberinto, el autor justamente buscaba que en su centro -el centro físico del libro- también se albergara el corazón del laberinto. Para adoptarlo a sus páginas y su necesaria correlación de hojas, Max tiene que optar por un formato parecido al de los Elige tu propia aventura, saltando de página en página para simular los vericuetos del laberinto.

El laberinto del Cuco es un intercambio entre diferentes artes y un experimento muy del agrado del cronopio de Max, que implica al lector hasta un punto en que (originalmente) el cómic no puede: que entre, literalmente, dentro de la obra, que participe de ella con sus idas y venidas, que se vea envuelto en los lienzos, y, en suma, que interactúe con la narrativa secuenciada, el cómic, de una forma nueva. Por este tipo de iniciativas es por lo que Max es uno de nuestros activos más importantes en el cómic de nuestro país. 

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