· Relatos terroríficos 4, de Junji Ito (ECC). Editado durante la fiebre Junji Ito del año pasado, pude acceder a este volumen de Relatos terroríficos. "No, pone 4 porque son cuatro historias", me contestó el alumno que me prestó el tomo cuando le pregunté si era un número único o era el cuarto de una serie. Obviamente no era así, pero afortunadamente en el volumen se recopilan historias cortas de lectura independiente del maestro del terror japonés. Junji Ito suele ser un maestro en la creación de un ambiente opresivo y maligno en sus obras, pero en este caso brillan más las historias con una temática sobrenatural, como Un desertor en casa o El callejón, que en las que buscan un horror más apocalíptico. La historia inicial El pueblo de las sirenas recuerda mucho a la clásica trama lovecraftiana de culto primigenio en el que toda la población está conchabada. Bien. Me imagino al autor parafraseando a Lobezno (o a Groo), en su casa, diciendo "y ahora Junji Ito va a hacer lo que más sabe hacer". Se lo perdonamos todo por esa portada que parece sacado de una película de templarios de Amando de Ossorio.
· I am a Hero in Osaka, de Kengo Hanazawa y Yuuki Honda (Norma). Entiendo que se trata de un spin-off de la serie principal que tanto éxito ha tenido y que se ha convertido en el manga de temática zombi de referencia. En este volumen autoconclusivo conocemos a una pareja que tiene que reencontrarse en un aeropuerto cuando explota la pandemia de infectados: la odisea de ambos por sobrevivir es el núcleo de un argumento típico de este subgénero. I am a Hero in Osaka se acerca mucho a la idea que tienen en Asia de rodar zombis. Leyendo el volumen, no puede uno evitar acordarse de esa gran cinta que es Train to Busan, donde los infectados son rápidos y letales, y el foco de atención está en el comportamiento egoísta de los supervivientes, algo muy estigmatizado en la cultura oriental. ¿Es quizá la globalización el verdadero zombi de nuestra época?
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