Pequeñas historias, problemas comunes, personajes en la encrucijada de sus vidas son temas que le gusta usar a Étienne Davodeau en sus obras. Si en El testimonio articulaba una especie de road movie con unos personajes que buscaban huir de su vida, en su última obra publicada, Lulú mujer desnuda, la protagonista se redescubría como persona rompiendo con su vida y dejando por unos días a su familia y viajando a lo desconocido. Hoy retomamos lo que fue su segunda obra publicada en España tras La mala gente, Caída de bici, editada por Ponent Mon y actualmente en saldo. En ella, asistimos a la reunión de una familia cuya matriarca está enferma y cuyo alzhéimer apenas le deja recordar nada. Entre ellos también hay tiranteces, y un amigo de la familia, también invitado a la reunión, tiene un secreto que nunca les ha podido confesar a sus amigos.
Cerca del hogar familiar, una casa está en obras. Los niños de la familia los observan disimuladamente tras una persiana. El albañil trata a su aprendiz con una crueldad, así que cuando éste acaba harto, entierra un objeto personal muy querido del albañil y deja el trabajo. Este hecho se imbricará de tal forma con lo que pasa en casa de la familia -que va a vender la casa- que llevará a una revelación insospechada por parte de un personaje.
Davodeau vuelve a narrar en Caída de bici una historia agridulce, con un final -al igual que en El testimonio- ciertamente impactante para el lector. Una historia que toca uno de esos temas que parecen fascinar a Davodeau: ¿hasta qué punto nos conocemos? ¿qué secretos ocultamos dentro de cada uno de nosotros, qué revelaciones que cargamos a modo de penitencia no pueden salir a la luz? El cariño, los vínculos de amistad, la noción de familia, el tiempo y la memoria, son el resto de elementos que vertebran la trama. Una obra para los que gusten de las pequeñas historias.
Cerca del hogar familiar, una casa está en obras. Los niños de la familia los observan disimuladamente tras una persiana. El albañil trata a su aprendiz con una crueldad, así que cuando éste acaba harto, entierra un objeto personal muy querido del albañil y deja el trabajo. Este hecho se imbricará de tal forma con lo que pasa en casa de la familia -que va a vender la casa- que llevará a una revelación insospechada por parte de un personaje.
Davodeau vuelve a narrar en Caída de bici una historia agridulce, con un final -al igual que en El testimonio- ciertamente impactante para el lector. Una historia que toca uno de esos temas que parecen fascinar a Davodeau: ¿hasta qué punto nos conocemos? ¿qué secretos ocultamos dentro de cada uno de nosotros, qué revelaciones que cargamos a modo de penitencia no pueden salir a la luz? El cariño, los vínculos de amistad, la noción de familia, el tiempo y la memoria, son el resto de elementos que vertebran la trama. Una obra para los que gusten de las pequeñas historias.
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