Magda, cocinera intergaláctica es una serie, en mi opinión, de perfil bajo. Un tapado. Una serie que, a priori, quizá no engancharía por su apuesta visual, de cierto regusto manga pero con un deje feísta. Y, sin embargo, cuando uno acaba un tomo, como ya dije en la reseña del primer volumen y confirmo en el segundo, es imposible dejar de leer.
Me temo que voy a ser reiterativo con este cómic, así que he preferido no releer lo que ya dije de él en ocasión del primer volumen. Mi entusiasmo por esta obra se debe a que Magda tira de mí en dos direcciones diferentes. Por una parte, el enfoque juvenil de la historia, con una brava niña protagonista que participa en un torneo de cocina para salvar su planeta, me devuelve a mi propia juventud, cuando disfrutábamos de las competiciones de artes marciales de Dragon Ball o las gastronómicas de El gran Sushi. Magda es ambas cosas a la vez.
Pero por otra parte, lo que también tira de mí es el subtexto del cómic, una crítica a nuestra sociedad, cifrada en la de los concursos -sobre todo infantiles- de cocina de la televisión (Top Chef, Master Chef...): su hipocresía, su mercantilismo rampante, su superficialidad, su lucha ciega por las audiencias; y de forma más general, en las cortinas de humo y los chanchullos políticos que contribuyen a destruir la naturaleza que nos acoge. Frente a las mentiras de la sociedad capitalista, se oponen las ideas de los personajes de Magda: la amistad, la ecología, la justicia social, el amor por la tierra, la cooperación y no la competitividad. Si a estas alturas, alguien piensa que Magda es woke, le daré la razón: es un maldito cómic woke si eso significa que contiene una serie de valores y luchas que el mismísimo Miyazaki firmaría y que deberían injertarse en los corazones de todos los lectores y lectoras.
Pero es que, por si fuera poco, la historia de Magda está muy bien contada, con personajes vibrantes, giros de guion y un uso muy inteligente de los elementos que apelan la emoción (¡la escena del postre secreto de Gusto!). Sigue sin convencerme el dibujo de Mathilde Van Gheluwe, pero en cambio este segundo número (no el último, porque la trama vuelve a quedar en el aire, ¡quiero más!) me ha convencido; Magda, cocinera intergaláctica es una de las mejores series juveniles que publican actualmente, y os reto a que lo comprobéis.
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