Soy un gran aficionado a las tiras cómicas pero reconozco que son una de las disciplinas más complicadas de la narrativa gráfica. Su capacidad de concentración de significado es difícil de manejar a no ser que seas un genio. Pocos lo han conseguido sin aburrir: Charles Schulz, aunque se marcara 50 años de Peanuts, tiene largas temporadas de tiras aburridas; Jim Davis es capaz de mantener más tiempo el tipo en Garfield; Bill Watterson demuestra que se puede ser brillante cada día, aunque sólo (¡sólo!) sea durante diez años. Liniers es capaz en Macanudo, también, de poder resistir en su propia línea muy bien a través de los años. Algo que es, repito, tremendamente difícil: o haces siempre lo mismo y te estancas, o vas cambiando a costa de que tu público no te entienda.
Al mismo tiempo, hay que considerar el tipo de humor que ofrece la tira cómica: desde algo más slapstick o humor visual como el Liberty Meadows de Cho, a la reflexión más o menos profunda o jocosa de la Mafalda de Quino. Todo ello pasando por infinidad de variaciones, como las interesantes tiras de RIP de Aitor I. Eraña o Miau de José Fonollosa. Por eso las tiras de Tom Gauld, recopiladas en español bajo el título de Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora gracias a Salamandra, me parecen una apuesta decidida y valiente.
Y es que esta obra es muy diferente del resto de tiras cómicas, quizá por la formación cultural de su autor. Porque aquí el protagonista absoluto es la cultura: son los libros, el cine, la música, la filosofía. Y no "baja cultura" precisamente, sino que Gauld no tiene miedo a jugar con referentes que quizá para un lector medio puedan resultar algo oscuros. Puede que sea difícil entrar en su juego si uno no tiene la amplitud de referencias del autor, pero admiro su valentía de no amedrentarse sobre ello. Todo el mundo tiene envidia de mi mochila... es el equivalente en cómic a los gags de Monty Python.
No quiero decir que todo el tomo vaya en esta línea. Gauld, es verdad, también tiene tiras más mundanas, de un humor más ligero y desenfadado para todos los públicos, pero abunda el choteo que insiste en esa alta cultura. Y eso es algo que el lector avanzado agradece, porque hay pocas oportunidades de leer chistes sobre el Ulises de Joyce o sobre el existencialismo, o sobre el diseño de libros, o sobre Dickens. Y aquí quiero hacer una defensa de ese tipo de humor difícil, con referencias algo oscuras. Yo mismo confieso que algunos de los chistes se me han escapado, que me falta rodaje sobre autores como Thoreau o Martin Amis, que el autor cita, pero un humor así es necesario. Poder llegar a un sector que vea recompensada su cultura en obras como esta, aún a costa de parecer elitista, es un alivio para este lector. En una época en la que ser leído parece incluso estar mal visto socialmente, y desde luego en absoluto valorado, este cómic es una palmadita en la espalda, un guiño entre colegas, un abrazo y unas risas entre viejos amigos. Por eso me encanta la valentía de Gauld. Quizá no es valentía, es simplemente que a él le sale de forma natural por su formación literaria, pero lo que queda claro es que el lector ideal de Gauld es el propio Gauld. Escribe guiones sin necesidad de servilismos o complacencias, haciendo lo que realmente quiere, y eso lo admiro profundamente. Para mí, éste es uno de los cómics del año. Te amamos, Tom Gauld.
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