Los lectores habituales de Marvel saben que es habitual que cada cierto tiempo un evento cruza todas sus colecciones conformando una macrosaga que afecta a la mayoría de sus personajes. Una de estas ultimas fue Civil War, cuando una ley ordenó que se censaran todos los individuos con poderes y los superhéroes se dividieron entre partidarios de la ley y objetores. Como lo más probable era que el lado en el que se posicionara el Increíble Hulk ganara, los superhéroes se pusieron de acuerdo y con una treta le enviaron al espacio exterior. El plan era que llegara a un planeta deshabitado donde por fin pudiera conseguir la soledad que siempre ha anhelado. Aquí es donde arranca Planeta Hulk, la saga que se desarrolló en la cabecera del Coloso Esmeralda mientras el resto del universo Marvel lidiaba con la Civil War. Hulk llega a un planeta no tan deshabitado como se esperaba, es hecho prisionero y formado como gladiador, hasta que finalmente se convierte en líder de una revolución para derrocar al malvado Rey Rojo.
El argumento en sí -obra de Greg Pak- no es excesivamente original; bebe de influencias muy claras como Gladiator, Spartacus o Flash Gordon, pero sabe construir una historia épica en la que el protagonismo es el del viaje iniciático del héroe: desde su caída, al progresivo restablecimiento de su honor, hasta la culminación de su titánica tarea. Una estructura clásica a la que no faltaría ni uno de los elementos que Vladimir Propp enunció en su Morfología del cuento.
El final es algo agridulce para un personaje como Hulk, por su particular problemática. Él representa la soledad de la diferencia, el pulso de la dualidad entre hombre y monstruo, la incomprensión de lo diferente. Y parece que el destino de Hulk, ya sea en esta historia, en su trayectoria general o en futuros alternativos, es permanecer solo... Durante toda la historia se hace hincapié en ello: los nativos quieren saber si él es el salvador anunciado por las profecías o el destructor de mundos. Es probable que, en el fondo, sea ambas cosas.
Planeta Hulk es una saga épica, entretenida, realizada con profesionalidad y que abarcó 15 meses de edición en su cabecera original. Al funcional guión de Pak se le suma el buen acompañamiento gráfico de Pagulayan; y hay que hacer especial mención a las fantásticas portadas de José Ladronn, en su estilo de fusión Giraud-Kirby. Una buena lectura para los fans del Increíble Hulk.
El argumento en sí -obra de Greg Pak- no es excesivamente original; bebe de influencias muy claras como Gladiator, Spartacus o Flash Gordon, pero sabe construir una historia épica en la que el protagonismo es el del viaje iniciático del héroe: desde su caída, al progresivo restablecimiento de su honor, hasta la culminación de su titánica tarea. Una estructura clásica a la que no faltaría ni uno de los elementos que Vladimir Propp enunció en su Morfología del cuento.
El final es algo agridulce para un personaje como Hulk, por su particular problemática. Él representa la soledad de la diferencia, el pulso de la dualidad entre hombre y monstruo, la incomprensión de lo diferente. Y parece que el destino de Hulk, ya sea en esta historia, en su trayectoria general o en futuros alternativos, es permanecer solo... Durante toda la historia se hace hincapié en ello: los nativos quieren saber si él es el salvador anunciado por las profecías o el destructor de mundos. Es probable que, en el fondo, sea ambas cosas.
Planeta Hulk es una saga épica, entretenida, realizada con profesionalidad y que abarcó 15 meses de edición en su cabecera original. Al funcional guión de Pak se le suma el buen acompañamiento gráfico de Pagulayan; y hay que hacer especial mención a las fantásticas portadas de José Ladronn, en su estilo de fusión Giraud-Kirby. Una buena lectura para los fans del Increíble Hulk.
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