Y esto es porque O'Neill ha aprendido muy bien la lección de Miyazaki. Siguiendo su estela, nos ha contado historias sosegadas, reflexivas, intimistas, en las que la adversidad viene dada por el conflicto interior de los personajes. Y este conflicto será resuelto con la ayuda de la comunidad que envuelve al personaje.
Esto es lo bonito de las obras de O'Neill: su esperanzador humanismo, su optimismo. Ambientadas todas sus obras en una época y en un tiempo mítico, esa naturaleza que reina en todo su esplendor, donde los seres humanos viven en armonía con su entorno, ofrece un punto de partida sobre el que empezar a construir de nuevo las relaciones entre los seres vivos. ¿Es escapismo quizá? ¿O sólo idealismo? No lo sé, pero tampoco es importante. En todas sus obras (Bahía Acuicornio, Érase una vez dos princesas) estos principios se mantienen como señas de identidad de le autore.
De esta manera, Una canción para dos se ambienta en un paraje que, supongo, comparte el universo fantástico de sus anteriores obras -al menos en espíritu- y donde conocemos a Rose, una joven que se prepara para las pruebas de guardabosques. Antes de obtener sus honores, es enviada a cuidar de un despreocupado pastor de ovejas, Leone. Éste parece más resuelto a tocar el violín para sí mismo que a cuidar de sus rebaños. Ambos tienen algo que les reconcome, y juntos, conociéndose, darán con la clave para solucionar ese malestar.
Una canción para dos, de nuevo, es un cómic que hace de la inclusión un estandarte invisible, un factor muy importante que es utilizado con naturalidad, sin ninguna estridencia, en este contexto que he mencionado antes que es como borrón y cuenta nueva para contar historias tiernas que hablan de la identidad: de quiénes somos, de cómo nos ven los demás, de qué piensan los demás de nosotros y cómo sentirnos a gusto con nosotros mismos.
Estilísticamente, Kay O'Neill no ha dejado de avanzar: su trazo (en esta ocasión con un pincel que simula el lápiz y un uso limitado pero muy inteligente del color -otro préstamo de Miyazaki) es delicado, lo que hoy llaman cozy o cute, y ha aprendido del manga la lección de la planificación de encuadres que subraya la importancia de la naturaleza en esos planos que anticipan la entrada de los personajes.
En suma: Una canción para dos. Una magnífica adición a la obra de le autore, una lección de sensibilidad y de buen pulso narrativo.

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