Vivimos una época excepcional para el lector de cómics. No sólo puede encontrar cada mes en su librería especializada una miríada de títulos nuevos, sino que además, el mercado parece haber captado el interés por las reediciones de grandes obras en un formato superior al que fueron inicialmente publicadas. La fiebre de los integrales ha llegado a nuestro país.
No hay editorial que se escape a esta práctica. Sólo hay que pensar en las ediciones publicadas en los últimos meses para ver cómo se extiende esta práctica: Planeta, aparte de sus tochazos inspired-by-Ikea de V de Vendetta, Watchmen, etc., está reeditando en edición de lujo los dos buques insignias de Vertigo: Predicador y Sandman. Este mismo mes acaba de aparecer también una nueva edición de La cosa del pantano de Alan Moore que por fin hace justicia a la obra, más allá de la primera edición de Zinco (eran otros tiempos) o la recopilación posterior de Norma en "glorioso blanco y negro" (siguiendo la edición americana de Vertigo Essentials, todo hay que decirlo).
Norma por su parte ha editado estas navidades varios integrales, entre ellos el de Los combates cotidianos de Larcenet (a un tamaño inferior, pero con un precio irrisorio dado lo que valían los cuatro volúmenes por separado), o unas increíbles nuevas ediciones recopilatorias de Sin City y Hellboy, colección esta última que ya está publicada en dos versiones: tomos en rústica y en cartoné. No hace falta aquí recordar también la recopilación en tomos de otras grandes obras, como todo el trabajo de Alan Moore en ABC, como la genial serie Promethea, o la rompedora saga de Kurt Busiek Astro City.
La Cúpula reedita también todo el trabajo de Álvarez Rabo, Peter Bagge o el Juego de manos de Jason Lutes; Mondadori sigue con la recopilación de los trabajos de Carlos Giménez en voluminosos Todo 36-39: Malos tiempos; mientras que Glénat lo hace con autores como Vázquez o Beroy. Incluso editoras pequeñas como Diábolo han apostado por este formato, sacando hace poco un integral de Jazz Maynard, eso sí, en blanco y negro por riguroso deseo de sus autores.
La moda de los recopilatorios integrales pone en un difícil dicotomía al lector usual de tebeos. Por una parte, es una gran alegría que se haga justicia a grandes obras que fueron publicadas de forma poco adecuada y que ahora se ven resarcidas por esta nueva oportunidad. Pero el aficionado también se debate por el gasto inútil que supone a veces la adquisición de algo que ya se compró en su momento, pero por partes. Sin duda las editoriales saben del afán coleccionista de muchos lectores, ávidos de tener la mejor edición (¿la definitiva, como a veces rezan sus promociones?) de sus cómics favoritos, y saben que están dispuestos a pagar por ella. ¿Qué hacer? Muchas veces como lector yo mismo me encuentro con este dilema. Y muchas veces termino comprando la nueva edición, para, eso sí, regalar la primera que tenía. Así, de paso, puedo intentar enganchar a alguien a la lectura. ¿Una posible solución? No lo sé, pero, desde luego, si antaño nos quejábamos de que se editaba poco, ahora, si tenemos que quejarnos, será porque tenemos una inabarcable oferta de ediciones maravillosas.
No hay editorial que se escape a esta práctica. Sólo hay que pensar en las ediciones publicadas en los últimos meses para ver cómo se extiende esta práctica: Planeta, aparte de sus tochazos inspired-by-Ikea de V de Vendetta, Watchmen, etc., está reeditando en edición de lujo los dos buques insignias de Vertigo: Predicador y Sandman. Este mismo mes acaba de aparecer también una nueva edición de La cosa del pantano de Alan Moore que por fin hace justicia a la obra, más allá de la primera edición de Zinco (eran otros tiempos) o la recopilación posterior de Norma en "glorioso blanco y negro" (siguiendo la edición americana de Vertigo Essentials, todo hay que decirlo).
Norma por su parte ha editado estas navidades varios integrales, entre ellos el de Los combates cotidianos de Larcenet (a un tamaño inferior, pero con un precio irrisorio dado lo que valían los cuatro volúmenes por separado), o unas increíbles nuevas ediciones recopilatorias de Sin City y Hellboy, colección esta última que ya está publicada en dos versiones: tomos en rústica y en cartoné. No hace falta aquí recordar también la recopilación en tomos de otras grandes obras, como todo el trabajo de Alan Moore en ABC, como la genial serie Promethea, o la rompedora saga de Kurt Busiek Astro City.
La Cúpula reedita también todo el trabajo de Álvarez Rabo, Peter Bagge o el Juego de manos de Jason Lutes; Mondadori sigue con la recopilación de los trabajos de Carlos Giménez en voluminosos Todo 36-39: Malos tiempos; mientras que Glénat lo hace con autores como Vázquez o Beroy. Incluso editoras pequeñas como Diábolo han apostado por este formato, sacando hace poco un integral de Jazz Maynard, eso sí, en blanco y negro por riguroso deseo de sus autores.
La moda de los recopilatorios integrales pone en un difícil dicotomía al lector usual de tebeos. Por una parte, es una gran alegría que se haga justicia a grandes obras que fueron publicadas de forma poco adecuada y que ahora se ven resarcidas por esta nueva oportunidad. Pero el aficionado también se debate por el gasto inútil que supone a veces la adquisición de algo que ya se compró en su momento, pero por partes. Sin duda las editoriales saben del afán coleccionista de muchos lectores, ávidos de tener la mejor edición (¿la definitiva, como a veces rezan sus promociones?) de sus cómics favoritos, y saben que están dispuestos a pagar por ella. ¿Qué hacer? Muchas veces como lector yo mismo me encuentro con este dilema. Y muchas veces termino comprando la nueva edición, para, eso sí, regalar la primera que tenía. Así, de paso, puedo intentar enganchar a alguien a la lectura. ¿Una posible solución? No lo sé, pero, desde luego, si antaño nos quejábamos de que se editaba poco, ahora, si tenemos que quejarnos, será porque tenemos una inabarcable oferta de ediciones maravillosas.
2 comentarios:
¡Bah, Melannie! Seguro que eso se lo dices a todos...
Pues yo no sé si es una buena jugada del todo... supongo que sí porque se termina vendiendo todo. No obstante, pasarse por una tienda de cómics y ver una docena de cosas que te ponen los dientes largos y todas ellas por encima de los 30 pavos... a mí me pone de mal humor y termina haciendo que aplace la zompra.
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