Los que hayan visto el documental que Terry Zwigoff realizó en 1994 y David Lynch produjo, sabrán que Robert Crumb, aparte de ser un excelente artista y haber creado un personaje de sí mismo, es un dibujante compulsivo. La mayor parte de su tiempo desde que tiene uso de razón se lo ha pasado dibujando cualquier cosa. Gente de la calle, fotografías, detalles del natural, paisajes... Cualquier cosa. El tomo que ahora edita La Cúpula, titulado La cara más dulce de Robert Crumb, reúne algunas páginas más amables de nuestro autor, pero sobre todo dibujos que muestran el increíble dominio de la plumilla que tiene este dibujante. Es fácil quedarse con todas esas historias truculentas y llenas de depravación que caracterizan muy buena parte de su obra ("Uno deja los cómics de Crumb sintiéndose algo sucio, avergonzado por haber dedicado tiempo a leerlos", decía Frank L. Cioffi en el ensayo Disturbing Comics), pero no olvidemos que Crumb es capaz tanto de crear cómics como El gato Fritz o Mr. Natural, como luego firmar obras como Kafka o Génesis. En La cara más dulce encontramos dibujos de paisajes franceses, músicos de jazz, paisajes, retratos de familiares, esbozos recogidos de revistas, estudios del natural, apuntes callejeros... y dibujos de cualquier cosa que el autor tuviera ante las narices: una tetera rota, un rincón de una habitación de hotel, o unas cortinas. Un conjunto magnífico de dibujos a tinta que son el indicativo del genio de Crumb. Nada nuevo en cuanto a sus historias, pero sí un despliegue fenomenal de sus habilidades como dibujante.
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