Pintura y cómic han ido de la mano desde el nacimiento del noveno arte, aunque por desgracia, la consideración de este último aún esté en entredicho. En Pascin, el prolífico Joann Sfar (Los viejos tiempos, El principito) nos ofrece una biografía ficticia del pintor y dibujante Julius Pinkas Pascin (1885-1930), a la manera de un relato fragmentado que se inspira en la realidad para crear un Pascin que satisface las necesidades narrativas del autor galo. Sfar aprovecha la figura algo velada del pintor para injertar en él sus pensamientos y poder así divagar sobre el sentido y la necesidad arte, sobre el destino, su conición de judío o, sobre todo, la sexualidad. Pascin es un artista que hace de su obra la finalidad de su vida, como veremos en las relaciones que tiene con ambos sexos.
En el voluminoso tomo de Ponent Mon, que recopila toda la serie aparecida en Francia entre 1997 y 2002, encontramos diversos cambios de registro de Sfar, a menudo bruscos y curiosos, que van desde su acostumbrado trazo ya visto en El gato del rabino o Profesor Bell, a inequívocos homenajes al estilo de los impresionistas, George Grosz o el mismo Pascin. Una obra interesante por su relación con las otras artes, pero quizá inferior al resto de los trabajos de Sfar, sobre todo si lo comparamos con los anteriormente citados o con El valle de las maravillas o Gran Vampir.
En el voluminoso tomo de Ponent Mon, que recopila toda la serie aparecida en Francia entre 1997 y 2002, encontramos diversos cambios de registro de Sfar, a menudo bruscos y curiosos, que van desde su acostumbrado trazo ya visto en El gato del rabino o Profesor Bell, a inequívocos homenajes al estilo de los impresionistas, George Grosz o el mismo Pascin. Una obra interesante por su relación con las otras artes, pero quizá inferior al resto de los trabajos de Sfar, sobre todo si lo comparamos con los anteriormente citados o con El valle de las maravillas o Gran Vampir.
1 comentario:
¡Bah, Cristina, eso se lo dirá a todos (literalmente)! :)
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