Tdv 108: Futuro imperfecto
A veces el cómic visita el futuro. A veces nos da visiones de ese porvenir, visiones nada agradables, visiones inquietantes de lo que vendrá. Es el caso de los cómics destacados de esta semana, Ranx, y la versión en tebeo del clásico de Ray Bradbury, Fahrenheit 451.
· Ranx. Tamburini, Chabat y Liberatore. La Cúpula, 2010. Uno de los cómics de culto de los años ochenta, que seguramente recordarán los lectores de cierta edad, es el Ranx (antes Ranxerox, ahora Ranx por problemas de derechos, imagino) de Tanino Liberatore. Inicialmente creado por Stefano Tamburini, que murió de sobredosis en 1986, la serie fue continuada por quien fijó definitivamente la estética de la obra y el personaje, de característica nariz chata y ojos cibernéticos. Ranx es un robot barriobajero, enamorado de Lubna, una chiquilla de mal carácter, y a quien intenta complacer en todos sus vicios. Todo ello, en el marco de una Roma futurista y de ambientación trémula, postapocalíptica y cyberpunk. Ecos de todo ese movimiento de ciencia-ficción pesimista resuenan en Ranx, donde se prefigura el ambiente ultraviolento de Akira, de Blade Runner, del Lobo de Morrison o del cómic argentino Cazador de Ariel Olivetti. No es para todos los públicos, no. Es muy políticamente incorrecto, con escenas bastante fuertes (entonces los comix underground tenían que escandalizar) que no dan concesiones al lector. La Cúpula ha reeditado ahora en este tomo toda la serie de Ranx, un cómic tan importante y necesario para entender el noveno arte de los ochenta como polémico.
· Fahrenheit 451. Ray Bradbury y Tim Hamilton. 451 Editores, 2010. Y de una ambientación futurística a otra, porque en Fahrenheit 451, el escritor Ray Bradbury nos introducía en un futuro distópico en el que los libros están vetados y en el que los bomberos no sofocan los incendios, sino que los provocan, quemando los ejemplares que encuentran. Para una mentalidad humanista y bibliófila, como se encargó de demostrar el resto de la obra de Bradbury, la metáfora de Fahrenheit 451 era necesaria. Por ello, resulta al menos curioso que se edite ahora la su versión en cómic, cuando precisamente en la obra los tebeos -eso sí, mudos- están permitidos por el régimen totalitario que sobrevuela la cabeza de sus habitantes. Pero anécdotas aparte, hemos de fijarnos en la valía de la adaptación. A pesar del peso que ejerce la versión cinematográfica de Truffaut sobre el original, el autor de la adaptación, Tim Hamilton, sabe demostrar su talento y entrega una versión correcta, que no omite pasajes importantes y que narra con estilo sobrio y elegante, evitando en la mayoría de ocasiones -el peligro de las adaptaciones- la acumulación de texto. Bravo por la adaptación y bravo por 451 Editores por entrar en el mercado tebeíl con una obra como ésta.
Breves
· Duelo de caracoles. Pere Joan y Sonia Pulido. Sins Entido, 2010. Sins Entido publica Duelo de caracoles, una obra que está dando mucho que hablar en los círculos de cómic por la conjunción de sus dos autores: el mallorquín Pere Joan y Sonia Pulido, quien guarda numerosos vínculos con las islas. Con la experiencia de Pere Joan y el estilo naïf y collage de Sonia cualquier cosa es posible. Precisamente esta semana se ha presentado la obra en Es Baluard y en Banyalbufar.
· La felicidad inquieta. Lewis Trondheim. Sins Entido, 2010. El tercer tomo de la serie Las pequeñeces de Lewis Trondheim llega con este volumen titulado La felicidad inquieta, una nueva entrega de páginas en las que el autor galo (La mazmorra, Cómo hacer un cómic) cuenta pequeñas anécdotas de su vida cotidiana. En la misma línea que los anteriores, pero quizá con un poco menos de brillantez por cuanto la fórmula ya no es nueva, gustará a los amantes del costumbrismo o del cómic francés.
· Hicksville. Dylan Horrocks. Astiberri, 2010. Una reedición que vale la pena es la que ha tenido la gentileza de editar Astiberri en los últimos meses. Se trata de Hicksville, y en ella se narra la visita que hace un periodista de cómics a Hicksville, un pueblo en el que todos son lectores de tebeo, y lo que en él encontrará. Intriga, metaliteratura -metacómic más bien- y estilo limpio y brillante para una obraq ue vale la pena leer.
A veces el cómic visita el futuro. A veces nos da visiones de ese porvenir, visiones nada agradables, visiones inquietantes de lo que vendrá. Es el caso de los cómics destacados de esta semana, Ranx, y la versión en tebeo del clásico de Ray Bradbury, Fahrenheit 451.
· Ranx. Tamburini, Chabat y Liberatore. La Cúpula, 2010. Uno de los cómics de culto de los años ochenta, que seguramente recordarán los lectores de cierta edad, es el Ranx (antes Ranxerox, ahora Ranx por problemas de derechos, imagino) de Tanino Liberatore. Inicialmente creado por Stefano Tamburini, que murió de sobredosis en 1986, la serie fue continuada por quien fijó definitivamente la estética de la obra y el personaje, de característica nariz chata y ojos cibernéticos. Ranx es un robot barriobajero, enamorado de Lubna, una chiquilla de mal carácter, y a quien intenta complacer en todos sus vicios. Todo ello, en el marco de una Roma futurista y de ambientación trémula, postapocalíptica y cyberpunk. Ecos de todo ese movimiento de ciencia-ficción pesimista resuenan en Ranx, donde se prefigura el ambiente ultraviolento de Akira, de Blade Runner, del Lobo de Morrison o del cómic argentino Cazador de Ariel Olivetti. No es para todos los públicos, no. Es muy políticamente incorrecto, con escenas bastante fuertes (entonces los comix underground tenían que escandalizar) que no dan concesiones al lector. La Cúpula ha reeditado ahora en este tomo toda la serie de Ranx, un cómic tan importante y necesario para entender el noveno arte de los ochenta como polémico.
· Fahrenheit 451. Ray Bradbury y Tim Hamilton. 451 Editores, 2010. Y de una ambientación futurística a otra, porque en Fahrenheit 451, el escritor Ray Bradbury nos introducía en un futuro distópico en el que los libros están vetados y en el que los bomberos no sofocan los incendios, sino que los provocan, quemando los ejemplares que encuentran. Para una mentalidad humanista y bibliófila, como se encargó de demostrar el resto de la obra de Bradbury, la metáfora de Fahrenheit 451 era necesaria. Por ello, resulta al menos curioso que se edite ahora la su versión en cómic, cuando precisamente en la obra los tebeos -eso sí, mudos- están permitidos por el régimen totalitario que sobrevuela la cabeza de sus habitantes. Pero anécdotas aparte, hemos de fijarnos en la valía de la adaptación. A pesar del peso que ejerce la versión cinematográfica de Truffaut sobre el original, el autor de la adaptación, Tim Hamilton, sabe demostrar su talento y entrega una versión correcta, que no omite pasajes importantes y que narra con estilo sobrio y elegante, evitando en la mayoría de ocasiones -el peligro de las adaptaciones- la acumulación de texto. Bravo por la adaptación y bravo por 451 Editores por entrar en el mercado tebeíl con una obra como ésta.
Breves
· Duelo de caracoles. Pere Joan y Sonia Pulido. Sins Entido, 2010. Sins Entido publica Duelo de caracoles, una obra que está dando mucho que hablar en los círculos de cómic por la conjunción de sus dos autores: el mallorquín Pere Joan y Sonia Pulido, quien guarda numerosos vínculos con las islas. Con la experiencia de Pere Joan y el estilo naïf y collage de Sonia cualquier cosa es posible. Precisamente esta semana se ha presentado la obra en Es Baluard y en Banyalbufar.
· La felicidad inquieta. Lewis Trondheim. Sins Entido, 2010. El tercer tomo de la serie Las pequeñeces de Lewis Trondheim llega con este volumen titulado La felicidad inquieta, una nueva entrega de páginas en las que el autor galo (La mazmorra, Cómo hacer un cómic) cuenta pequeñas anécdotas de su vida cotidiana. En la misma línea que los anteriores, pero quizá con un poco menos de brillantez por cuanto la fórmula ya no es nueva, gustará a los amantes del costumbrismo o del cómic francés.
· Hicksville. Dylan Horrocks. Astiberri, 2010. Una reedición que vale la pena es la que ha tenido la gentileza de editar Astiberri en los últimos meses. Se trata de Hicksville, y en ella se narra la visita que hace un periodista de cómics a Hicksville, un pueblo en el que todos son lectores de tebeo, y lo que en él encontrará. Intriga, metaliteratura -metacómic más bien- y estilo limpio y brillante para una obraq ue vale la pena leer.
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