Voy a empezar con una anécdota personal al hablar de este cómic, y es que cuando fue presentado en Palma cuando apareció por primera vez en 1998, servidor, junto a un amigo, estuvo presente. Era un momento en que, como lector de cómics, me movía entre el manga y los superhéroes, y El prolongado sueño del sr. T fue una de las obras que me lanzó a abrir mis perspectivas en el noveno arte a todo un panorama que no era el de la corriente principal. Por eso, a este Max le tengo un aprecio muy especial. Años más tarde, siendo ya guionista yo mismo, y habiendo escrito mucho en los medios sobre cómics, tendría el honor de presentar al propio Max en la presentación de otra de sus obras ‘¡Oh, diabólica ficción!’, en una librería de Palma. No deja de ser algo bonito, ¿verdad?
En 1998 Max llevaba ya más de dieciséis años de carrera en el cómic, y era uno de los abanderados del comix español que había surgido del underground ochentero. Max había estado en el equipo fundador de El Víbora y estaba en la base de la línea chunga que caracterizó la revista (esto es, un enfoque adulto y alternativo, con fuerte experimentación en el trazo). Entre los autores que destacaban en aquel momento, Max era, por decirlo de alguna manera, el que reclamaba referencias intelectual y filosóficas más ambiciosas: el que veía de forma más clara el potencial narrativo y estético del cómic, y quien podía pensar en él como un artefacto de la alta cultura, sin nada que envidiar de la literatura o el cine. Cinco años, Max y Pere Joan fundaron Nosotros Somos Los Muertos, una revista de cómics de vanguardia, al estilo de la Raw de Art Spiegelman. La conjunción de autores de todo el globo que apostaban por la experimentación gráfica sin duda habría de influir en su estilo posterior.
Y aquí estamos, cuando La Cúpula publica la nueva obra de Francesc Capdevila, nuestro mallorquín de adopción. Soy de la opinión de que El prolongado sueño del sr. T marca un hito en la obra de Max. Con un inicio muy literario (el testimonio que leeremos es el de un personaje que escribe después de un hecho traumático, muy en la vena de Lovecraft o Kafka), el cómic despliega una narrativa que se va enhebrando dentro de sí misma como si de un fractal se tratara. El protagonista va contando el sueño que tiene y cómo va interactuando con los personajes que en él encuentra.
El prolongado sueño del sr. T es una galería onírica en la que Max puede aprovechar su estructura para replicar las obras medievales y renacentistas que conoce bien: la de historias dentro de historias. Aquí, de la misma manera que en El libro del buen amor o El quijote -obra que sabemos que Max conoce bien- en estas historias dentro de historias se unen al cóctel referencias de todo tipo: el surrealismo (y el interés de este movimiento por el mundo de los sueños), los anacoretas (que Max revisitará en otras obras posteriores, como la gloriosa novela gráfica Vapor), los homenajes a Van Gogh o a Thomas Ott (cuya obra había sido publicada en El Víbora)... Y el resultado es un gran paso adelante en la carrera de Max. Ojo: ya dijimos más arriba que, a estas alturas de su carrera, Max era un autor importante en el panorama nacional. Pero creo que con El prolongado sueño del sr. Tes la primera vez que reclama su sitio entre los grandes de los grandes del cómic español. En su obra posterior no ha ido más que a mejor, al mismo tiempo refinando su trazo, escogiendo cada vez más el jugar con los elementos básicos e imprescindibles para su historia. Él, que había sido un autor inequívocamente barroco, ha pasado por un proceso de estilización digno de los padres del desierto que han poblado algunas de sus páginas. El prolongado sueño del sr. T es una obra clave para entender la obra de Max que se zambullirá en el siglo XXI en la experimentación con los elementos de la gramática del cómic, buscando cuáles son los elementos básicos que la constituyen. No la dejéis de leer.