20 enero 2018

'Daredevil: Amor y guerra', de Frank Miller y Bill Sienkiewicz

Daredevil: Amor y guerra se publica originalmente en 1986, cuando Frank Miller, después de haber creado su obra magna Batman: The Dark Knight Returns, volvía a Marvel para retomar al personaje que le había llevado a ser un autor de primera fila. Ese mismo año empezaría a editarse el Born Again, revisión del personaje de Daredevil que se convertiría en la etapa más significativa de la cabecera del cuernecitos. El proyecto Amor y guerra en principio iba a publicarse en la serie regular, pero su contenido pronto hizo que pasara al sello Marvel Graphic Novels, donde, al igual que la anteriormente reseñado Elecciones sangrientas (de Tom DeFalco y John Buscema), los autores no estarían constreñidos por el Comics Code. En la misma época, Miller también empezaba a trabajar en lo que sería Elektra Assassin, también junto a Sienkiewicz.

Amor y guerra supone una primera nueva aproximación a Daredevil de carácter tangencial. Realmente no es un cómic en el que Daredevil sea el protagonista. Ese espacio está reservado, más bien, al coro de personajes que normalmente serían secundarios: Kingpin, que tiene a su mujer convaleciente y catatónica desde el final de la continuidad del propio Miller, busca la ayuda de un terapeuta, el doctor Mondat, y para asegurarse de su colaboración, secuestra a la esposa ciega de ésta a través de un sicario paranoide. La obra pretende adentrarse un poco más en la psicología del gran líder mafioso, retratando tanto su poder absoluto como su también absoluta frustración al comprobar que todo ese poder no es capaz de retener a la mujer que ama a su lado. Al mismo tiempo, otro perfil psicológico en el que buceamos es en el del tarado de su sicario, Victor, que acaba por enamorarse de la mujer del doctor Mondat. Víctor vive en una especie de realidad alternativa donde él es un caballero blanco y Cheryl la dama que tiene que conseguir.


Amor y guerra son dos términos íntimamente relacionados. Ambos pueden considerarse contrarios, puesto que el primero es sinónimo de vida y el segundo de muerte. Además, el tópico de militia amoris, el del amor entendido como una guerra, es una alegoría que data, como mínimo de los poetas clásicos como Ovidio. Aquí puede referirse a la lucha interna que lleva a dos masculinidades patológicas a perder a la mujer que aman. En el caso de Kingpin, de una forma más amable. Él creía que lo tenía todo, y que podía dárselo todo a ella, y se equivocaba. Ella no es feliz. El estado catatónico casi podría pasar por un psicodrama por el que Vanessa Fisk está pasando. Aunque, eso sí, Kingpin lo medita, y lo acepta serenamente como personaje redondo que es. Su versión exagerada y al límite, el amor psicótico de Victor por Cheryl, sí termina violentamente, porque lleva su obsesión al territorio de lo enfermizo. Kingpin y Victor son dos caras de la misma moneda. En todo ello, poco puede hacer Daredevil, que es sólo una comparsa en esta ocasión en un drama mayor.

En Amor y guerra encontramos a un Sienkiewicz que ya no es el discípulo afortunado de Neal Adams, como habíamos visto en sus años de ascenso en Caballero Luna. Aquí el acercamiento es totalmente pictórico, y su estilo expresionista, rotundo, con tendencia a lo hiperbólico, que mezcla realidad y ficción, verdad y mentira, prefigura el arte que luego veremos en Elektra Assassin. Es más: no sé hasta qué punto Sienkiewicz colaboró en el guion de Miller, o si este último le influyó en la manera de escribir, pero lo cierto es que muchas de las técnicas narrativas que vemos aquí las volveremos a encontrar en esa obra excepcional de Sienkiewicz en solitario que es Stray Toasters: múltiples narradores en primera persona que dan una impresión, a veces de polifonía, a veces de caos múltiple.

¿Es el mejor Miller? No, es un Frank Miller calentando motores para lo que serán sus mejores aportaciones al personaje de Daredevil: Born Again (junto a Mazzuchelli), El Hombre Sin Miedo (con Romita Jr.) y Elektra Lives Again (en solitario). En cambio, sí que es una gozada ver a Sienkiewicz en todo su esplendor, que luego lo dará todo de sí en las mencionadas Elektra Assassin o Stray Toasters.

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