27 diciembre 2012

'Hokusai', de Shotaro Ishinomori (EdT)


Si hay un pintor japonés conocido mundialmente, ése es Katsuhita Hokusai, maestro del ukiyo-e, el grabado japonés tradicional que a finales del siglo XIX y principios del XX llegó a Europa gracias al descubrimiento de los impresionistas y causó sensación en los círculos artísticos.
De este genio de la pintura, el gran maestro del manga Shotaro Ishinomori decidió contarnos su biografía en Hokusai, que ahora Editores de Tebeos ha publicado en un solo y voluminoso tomo de manga. Para los que no lo conozcan, Ishinomori, que también firmó como Ishimori, es un autor clásico de manga, que tuvo como mentor a Osamu Tezuka y a quien haría de asistente en su obra Astro Boy. Ishinomori se formó, pues, en el estilo del 'Dios del manga', cosa que podemos ver claramente en su manera de dibujar, aunque quizá Ishinomori tiene menos tendencia a la caricatura que Tezuka.
Ishinomori plantea una completa biografía del pintor, desde su juventud, hasta su muerte, para contarnos la historia del artista por antonomasia: el que nunca está satisfecho con su obra, que va aprendiendo y cambiando de estilo hasta sus últimos momentos, un ser sensible, vividor, amante de la belleza, de las mujeres, que con cada giro vital decidió reformularse y cambiar de nombre...
Y es que Hokusai encarna en esta obra todo el carácter japonés del artista: una personalidad fuerte, que busca constantemente una perfección que ni siquiera en la vejez se apaga; y una sensibilidad inequivocamente oriental al hablar de la belleza de la naturaleza y su peculiar capacidad de observación. Hokusai dice:
"A los ojos de los hombres la gran naturaleza parece invariable en contraste con el entorno en el que vivimos... Pero en realidad sí va variando gradualmente, poco a poco, como nuestro entorno... Y eso es lo que dibujo yo."
Hay en estas casi seicientas páginas de obra momentos emotivos, como el rechazo del protagonista a un padre ausente, y ocasiones para homenajear toda la trayectoria de Hokusai reproduciendo sus ilustraciones, desde las famosas vistas del Fujiyama, pasando por su época tenebrosa, o su cuadro más recordado: la gran ola frente a Kanagawa, que da portada a la obra.

También hay que decir que la calidad de algunos episodios varía; tengo la sensación de que algunos de ellos, o fueron completados con más prisa que diligencia, o que fueron realizados por algún asistente del maestro, porque el trazo es significativamente diferente al resto de capítulos y no veo que tenga una explicación narrativa. Pero en general, nos encontramos con una obra de estándares altos.

Ishinomori, es verdad, ha fabulado un tanto la vida del pintor para acercarse más al ser humano; puede que el resultado no se ajuste exactamente a lo real, pero si resulta un relato tierno, lleno de drama, humor y, sobre todo, fascinación por recoger la toda belleza de la vida en un lienzo de papel.

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