Rick Rickard Jr, un joven y superdotado presidente republicano; Juan López López, traductor en paro; Tobias Cattelan, hijo de dos miembros de una extraña banda de asesinos y que se dedica a sabotear actos públicos, y una organización clandestina llamada Walden 7 son los principales ingredientes de El año de los cuatro emperadores, el último cómic de Marcos Prior editado por Diábolo. A Marcos empezamos a seguirlo después del extraordinario Fallos de raccord, cuando vimos que las obras que crea nunca son ortodoxas, y de hecho ésta tampoco lo es.
Marcos investiga a fondo los límites expresivos del cómic y los fuerza incluyendo elementos ajenos que hasta ahora nunca habíamos visto en cómic: así, Marcos introduce guías de personaje, encuestas, powerpoints, la secuencia de grabación de un archivo en un ordenador, consejos para una entrevista personal... Si para Pío Baroja, la novela era un saco donde cabe todo, Prior demuestra que el cómic también puede funcionar igual. El año de los cuatro emperadores es un experimento no menos valioso que el Ulises de Joyce o los hallazgos de Scott McCloud o Dash Shaw cuando también innovan en lo que se refiera a qué es cómic o qué no. Estos hallazgos narrativos de la obra nos hacen pensar que el cómic todavía tiene un gran terreno para explorar.
El año de los cuatro emperadores no es un cómic fácil: es, como en toda buena obra posmoderna, el lector el que ha de tomar el papel activo en la narración y recomponer la historia con las piezas, aparentemente fragmentadas y carentes de sentido que el autor le brinda. Un cómic que quizá pueda pasar inadvertido para la mayoría de lectores, pero que puede ser uno de los mejores del año.
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