El Capitán América se ha convertido con el tiempo en un icono, un símbolo de la americanidad y del estilo de vida estadounidense. Vinculado su origen a los años 40, con claras intenciones patrióticas, ha llegado intacto hasta nuestros días en la continuidad del universo Marvel. Hace relativamente poco, fue objeto de polémica por su muerte en la saga Civil War -una muerte que, como siempre en el mundo Marvel, tiene que tomarse con reservas-, una muerte con una clara lectura ideológica post 11-S.
Pero antes de todo ello, allá por los años 60, el personaje su segunda época de oro, cuando fue rescatado y lanzado en paralelo junto a todos aquellos personajes que habían creado Stan Lee y Jack Kirby y que empezaban a fundar la Era Marvel de los cómics: Los 4F, Hulk, los Vengadores, Spiderman... Stan Lee, el cerebro de esa fiebre superheroica, había rescatado de los años 40 dos personajes con éxito: la Antorcha Humana y Namor, y se atrevió con un tercero, con el beneplácito de los lectores: el Centinela de la Libertad, el Capitán América. Sus historias, además de aparecer en Los Vengadores, se publicaron en Tales of Suspense, donde aparecía junto a Iron Man, hasta que en el número 100, la colección pasó a ser Capitán América. El personaje había ido creciendo y tomando matices gracias a los guiones de Stan Lee, donde vemos a un héroe diferente, sin poderes especiales, sintiéndose desplazado de su época, y cuyo recuerdo de la IIGM, fundamentalmente de la muerte de su compañero Buckey, le atormenta. El personaje, pues, fue adquiriendo una humanidad que le convertía en un personaje más redondo. En el apartado gráfico, un Jack Kirby en el mejor momento de su carrera se encargó de fijar el aspecto visual del Capitán América con su dibujo potente, elegante y dinámico. Junto a él, terminan de redondear el aspecto visual dos de los entintadores que mejor entendieron los bocetos de Kirby: Chic Stone y Joe Sinnott.
Ideológicamente habría mucha tela que cortar en esta obra: el maniqueísmo de los personajes es memorable ("¡Dejad paso!"-dice uno de los villanos- "¡Soy un nazi, soy superior!"), y la exaltación de los sentimientos patrióticos está a la orden del día. Los personajes están aún lejos del viraje que sufrirían en los años 80, cuando todo ese candor se perdería. Pero lo ideal es olvidar este tipo de cuestiones -o al menos no prestarles mucha atención-, para sumergirse en la aventura desenfrenada que supone tan tamaño volumen: historias trepidantes, con buenos cliffhangers, llenas de fantásticas amenazas y peligros para el Centinela de la Libertad. Panini edita esta etapa del Capitán América: La leyenda viviente (principalmente del año 1964 a 1968) en un colosal volumen de 568 páginas en tapa dura con interesantes artículos complementarios de Raimon Fonseca.
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