Vamos al lío: parafraseando el título de este cómic, Ejemplo perfecto es el ejemplo perfecto de cómo no hacer cómic autobiográfico. El problema no es su estilo naïf, sencillo hasta casi lo inverosímil, con un dibujo que parece imitar el trazo infantil. Tampoco lo es las engañadoras palabras que nos prometen los autores que opinan sobre Porcellino en la contraportada (deberíamos poder confiar en el criterio de Chris Ware o Chester Brown -bueno, este último es también otro pieza...). El problema es que todos tenemos una vida. Y tener una vida no es lo único que se necesita para poder hacer un cómic autobiográfico. También tiene que ser mínimamente interesante. Y si no lo es, al menos uno debería tener alguna pericia narrativa para hacer de la anécdota algo entretenido. No es el caso de este volumen: Porcellino nos ofrece breves episodios de su propia vida que debieron significar algo para él, pero para el lector son una serie de hechos inconsistentes y aburridos. El cómic queda así reservado exclusivamente a ser el vehículo de un ego necesitado de atención, como lo prueban las tres últimas páginas de texto del cómic, encabezadas por el epígrafre "Biografía e información relevante". No, John Porcellino. Listar todos los colegios a los que asististe, las multas que te han puesto, las bandas que escuchabas cuando estudiabas, si experimentaste con alucinógenos... no es relevante para el lector. Es mirarse al ombligo.
Otros autores han conseguido convertir su vida en material interesante para contar historias. Lamentablemente no es el caso de Porcellino, a mi entender. Ponent Mon tiene actualmente este cómic como saldo, si alguien quiere leerlo a pesar de todo, al menos le saldrá bien de precio.
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