En esta época de vampiros adolescentes casi parecía necesario que el rey de todos ellos apareciera de alguna forma. En este sentido, Panini ha acertado con la publicación de Drácula, en una versión anunciada como "definitiva" y que está realizada sobre el texto original de Bram Stoker, la adaptación de Leah Moore (a la sazón hija de Alan Moore) y su marido John Reppion (con lo que todo queda en familia), dibujos interiores de Colton Worley y portadas de John Cassaday.
El subtítulo de edición definitiva de la obra está justificado: la adaptación, en este caso, ha sido extraordinariamente fiel al relato original, mucho más que la gran mayoría de las adaptaciones cinematográficas que uno recuerde, incluso de la fenomenal versión de Coppola del año 92. La narración conserva la estructura epistolar que Stoker ideó para su novela, e incluso se incluye como primer capítulo el episodio "El invitado de Drácula", el texto que sirvió de germen a la novela pero que finalmente no fue incluido en ésta.
El problema que plantea esta versión es el que suelen adolecer la mayoría de adaptaciones literarias: su casi abrumadora literalidad. Literalidad en varios sentidos: por una parte, porque se intenta ser muy fiel y se conservan muchos textos en caja que lastran mucho la narración; por otra, porque muchos de esos textos son el reflejo en palabras de lo que se ve en la misma viñeta en imágenes. El cómic se salda al final con un exceso de texto que se antoja innecesario si la adaptación no fuera tan estática.
El dibujo corre a cargo del ilustrador-pintor digital Colton Worley, cuya estilo pictórico encaja con la historia decimonónica pero cuyo dibujo parece a veces acartonado y demasiado ceñido a las referencias que usa como modelo.
En resumen, corre a cargo del lector ver lo meritorio de este Drácula: se trata de una adaptación muy meritoria y muy fiel, y como tal se la valora, pero ello también hace que el ritmo y la narrativa se resientan de ello.
El subtítulo de edición definitiva de la obra está justificado: la adaptación, en este caso, ha sido extraordinariamente fiel al relato original, mucho más que la gran mayoría de las adaptaciones cinematográficas que uno recuerde, incluso de la fenomenal versión de Coppola del año 92. La narración conserva la estructura epistolar que Stoker ideó para su novela, e incluso se incluye como primer capítulo el episodio "El invitado de Drácula", el texto que sirvió de germen a la novela pero que finalmente no fue incluido en ésta.
El problema que plantea esta versión es el que suelen adolecer la mayoría de adaptaciones literarias: su casi abrumadora literalidad. Literalidad en varios sentidos: por una parte, porque se intenta ser muy fiel y se conservan muchos textos en caja que lastran mucho la narración; por otra, porque muchos de esos textos son el reflejo en palabras de lo que se ve en la misma viñeta en imágenes. El cómic se salda al final con un exceso de texto que se antoja innecesario si la adaptación no fuera tan estática.
El dibujo corre a cargo del ilustrador-pintor digital Colton Worley, cuya estilo pictórico encaja con la historia decimonónica pero cuyo dibujo parece a veces acartonado y demasiado ceñido a las referencias que usa como modelo.
En resumen, corre a cargo del lector ver lo meritorio de este Drácula: se trata de una adaptación muy meritoria y muy fiel, y como tal se la valora, pero ello también hace que el ritmo y la narrativa se resientan de ello.
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