05 julio 2010

Un cómic al día: The League of Extraordinary Gentlemen 1910

Planeta edita la tercera entrega de La liga de los Caballeros Extraordinarios de Alan Moore y Kevin O'Neill después de aquel imprescindible primer volumen y una segunda entrega ambientada en 1898 con La guerra de los mundos de Wells de telón de fondo más bien flojita. En este caso la acción se traslada doce años más tarde, en 1910, donde una nueva liga, compuesta por Mina, el hijo de Quattermain, el inmortal hermafrodita Orlando y Thomas Carnacki deben ayudar al Scotland Yard que ahora dirige Holmes a enfrentarse a un extraño culto que quiere llevar la destrucción a Londres. Paralelamente, conocemos la historia de Janni, la hija de Nemo, que decide hacer su propia vida fuera de la influencia de su padre, pero que finalmente asume su cargo familiar. Todo ello, con la excepcional erudición de Moore y su constelación de referencias a la literatura de la época (Blackwood, Nodier, Shiel, Crowley, etc.), aunque, eso sí, sin que el planteamiento-nudo-desenlace de la historia tenga en ningún momento nada de brillante. Es más, el tomo parece más bien una primera parte de algo más grande, puesto que la trama principal parece quedar en el aire. Hay que destacar, de igual forma, que Moore ya había sentido debilidad por introducir canciones en sus obras (pienso en V de Vendetta, por ejemplo), pero en este caso, nos encontramos con que casi un tercio del cómic está "cantado" por los protagonistas. Parece que el bueno de Alan hubiera estado escuchando demasiadas veces el Sweeney Todd de Sondheim. No es que no sea legítimo este uso, pero su utilidad narrativa se me escapa. Aún así, Moore tiene detalles de su típica genialidad, como la secuencia en la que Mina y A.J. hablan con Norton, quien "fluye" atrapado por todas las épocas de Londres a la vez. The League of Extraordinary Gentlemen 1910 me ha parecido un cómic más bien regular teniendo en cuenta a su autor; el dibujo de O'Neill es, como siempre, impecable y ajustado a las necesidades del guión, pero Alan Moore parece que se balancea y no es capaz ya de sorprendernos con su grupo de leyendas literarias. No es cuestión de conocer o no los referentes con los que Moore juega, es que todo parece algo... vacío de contenido. Quizá en la siguiente entrega veamos a dónde quiere ir a parar.

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