El cómic también se ocupa en ocasiones de plasmar los pensamientos y las inquietudes de sus autores, tanto de forma personal como sobre el proceso mismo de creación de una obra. Las dos obras que reseñamos hoy parten desde esa premisa para adentrarse en las reflexiones sobre qué es el arte y de dónde surge.
Señal y ruido es la última obra que quedaba inédita en España del dúo Gaiman-McKean (que ya habían firmado obras maestras como Casos violentos), una obra que ha ido creciendo con el tiempo y ampliándose a pesar de que su primera edición en papel data de veinte años atrás. En ella, asistimos a un viaje por la mente de un director de cine al que se le ha diagnosticado un cáncer terminal. Lo que iba a ser la culminación de su obra (una película sobre un pueblo europeo que vive las últimas horas del año 999 esperando que llegue el Apocalipsis), nunca podrá ser terminada. Pero en su cabeza, la película sigue su curso, y seremos testigos de excepción de cómo el director se enfrenta a su destino asumiendo esa última obra como la manriqueña vida de la fama que legará al exterior. El brillante discurso metalingüístico de Gaiman y la habilidad de McKean para unir dibujo, collage, fotografía e infografía, hacen de ésta una obra maestra tanto en fondo como en forma. Señal y ruido. Neil Gaiman y Dave McKean. Astiberri, 2008.
De Lewis Trondheim, uno de los creadores de La Mazmorra, ya sabíamos de sus neuras como dibujante por lo que nos contó en Mis circunstancias o La maldición del paraguas. En Desocupado, tras sus primeras vacaciones tras 14 años de trabajo sin descanso, detecta el problema de repetirse contando siempre la misma historia y eso le lleva a preguntarse “¿Por qué los autores de cómic envejecen mal?”. Así que intentará encontrar las claves que permitan mantener la frescura y evitar el agotamiento creativo. A través de los encuentros con otros dibujantes que van pasando por las páginas (Moebius, Bilal, Blain, Berberian, Spiegelman, los testimonios de Hergé o Peyo), o cruzando emails o llamadas, Trondheim intentará establecer las condiciones necesarias para la creación, y averiguar si realmente ser autor de cómic es una profesión “de riesgo”, vistos los casos de depresiones e incluso la tasa de suicidios dentro de este mundillo. Finalmente, la balanza entre lo positivo y lo negativo está más o menos equilibrada, con lo que será el lector el que tenga que decidir qué valor tienen las cábalas del autor. Interesa, eso sí, la mirada irónica que Trondheim echa desde dentro al mundo de los autores de cómic, con ese estilo desenfadado, que metamorfosea a los protagonistas en animales antropomorfos, y que nos acerca a esas figuras a menudo lejanas para el lector. Desocupado. Lewis Trondheim. Astiberri, 2008.
Reseña aparecida en la revista Luke.
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