Volver a la Patrulla-X es volver a nuestra infancia. Su importancia en el mundo de los superhéroes Marvel no sólo estriba en que es uno de sus grupos más carismáticos, que ha sido objeto de numerosas adaptaciones a la gran pantalla (Tres entregas de X-Men, más el spin off de Lobezno, y una X-Men First Class por venir), sino que ha sido una cabecera que ha pasado por grandes bandazos editoriales y los ha podido sortear con dignidad. Tras su fundación a mediados de los 60 por Stan Lee y Jack Kirby, la colección sufrió una serie de vaivenes hasta que por fin dejó de editarse material nuevo, y en su lugar se volvieron a publicar antiguas historias. Pero en 1975, el cambio de rumbo lo dio el guionista Chris Claremont, que llevaría a la Patrulla-X a una nueva edad dorada, con una refundación que, como uno de sus personajes, se inspiraba en el Ave Fénix, que renace de sus cenizas.
En Patrulla-X: Segunda génesis, editada ahora por Panini, nos encontramos con una obra en la que los autores dejan claro que su intención es convertir una cabecera vetusta y ya casi exhausta en una nueva y desafiante epopeya. Para ello, los autores siempre tuvieron muy claro que no querían centrarse en el tema de fondo que siempre había tenido la colección mutante: la marginación de los que son diferentes. Si los 4F representaban para Lee y Kirby la unidad familiar, y los Vengadores el poder de la amistad, los X-Men eran el símbolo de la diferencia. No olvidemos que nacen en un contexto, mediados de los 60, que en EEUU se caracteriza por la lucha por los derechos civiles, y cuando los proclamas por la integración de todo lo que no es el canon social (el famoso tópico wasp: white anglosaxon protestant) se hacen patentes en las obras creadas en ese momento. Los mutantes son marginados: son los diferentes, son la excepción, lo antinatural, lo que no se ajusta al canon. En ese momento representan a todos aquellos que no encuentran su lugar en la sociedad de los USA: afroamericanos, hispanos, gays... Y aunque el tema de ser outsiders siempre seguiría apareciendo aquí y allá, Claremont apostó por otro tipo de aventuras. Aventuras que llevaran a los X-Men al espacio, a que conocieran una nueva civilización, la Sh'iar, que entraría en el panteón estelar de Marvel junto a los Kree y los Skrull. Aventuras que transformaran el núcleo de la Patrulla, donde sólo resistirían Cíclope y una renovada Jean Grey, que descubriría sus nuevos poderes como Fénix. Aventuras donde se vería que no todos eran imprescindibles (un miembro de la nueva Patrulla-X moría en su primera aventura, en el Giant Size X-Men 1). Aventuras, en definitiva, que llevarían a otro nivel el título. Claremont, además, fijó el rumbo del timón haciendo de pequeños detalles un nuevo comienzo para los personajes. Pienso, por ejemplo, en Lobezno, del que se estableció que sus garras no eran un mero implemento de sus guantes, sino que provenían del interior de sus manos; o el hecho de que este mismo personaje sienta una atracción amorosa por Jean Grey, lo que llevaría en el futuro a momentos de gran tensión sexual entre ambos.
En el apartado gráfico hay que señalar que acompañan a Claremont dos autores en estado de gracia: por una parte Dave Cockrum, responsable de la renovación gráfica de los personajes, un gigante del lápiz; y más tarde un pujante John Byrne, formando lo que sería un equipo de lujo en la década que estaba por venir.
La edición de Panini de esta etapa de Patrulla-X abarca, en aproximadamente 600 páginas, alrededor de cuatro años del nuevo punto y aparte de la serie, que se inició en 1975. Un tomo de tapa dura en el que zambullirse en una lectura que atrapa, una lectura que nos devuelve a nuestras primeras lecturas de superhéroes, cuando los diálogos ampulosos y redundantes, las aventuras de la imaginación y los personajes de trajes vistosos llenaban las páginas de los cómics, cuando los superhéroes aún no habían perdido su inocencia y buena fe. No sólo para nostálgicos, Segunda Génesis es una obra capital dentro de la historia del género y una lectura agradable y satisfactoria.
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