Llama la atención la polémica que ha desatado el cómic Passafronteres a l'Orient Mitjà, el tebeo editado por la Conselleria d'Afers Socials, teniendo en cuenta que es una obra que ni está a la venta ni ha podido llegar aún a los institutos, su destino inicial. Se la ha tachado de tendenciosa, de propalestina, e incluso catorce airados congresistas de los EEUU han protestado (por un cómic que no han leído) ante el "primer ministro" de la "república de España". Si todas estas personas, periodistas, políticos y opinadores profesionales se hubieran molestado en leer el objeto de polémica en sí, como servidor, hubieran visto que no hay tal. Passafronteres es un cómic tan aséptico que llega a aburrir, lastrado por tener que poner en situación a un lector in albis. En ningún momento se hace proselitismo de ningún tipo; es más, se insiste tanto en la actitud beligerante de Israel como en las mezquinas estrategias guerrilleras de Hezbollah. Más aún: me consta que sectores propalestinos también se han quejado de que la realidad "es mucho más dura" de lo que se plantea en el cómic. Dejando de lado los aciertos o desaciertos de Passafronteres como lo que es propiamente, un tebeo (eso es harina de otro costal), lo que se hace evidente es que el afán de polemizar y de usar políticamente esta obra ha sido lo que lo ha llevado a la palestra, y no su primera intención, que es la de concienciar de los enfrentamientos en una zona de guerra y de la sufrida labor de las ONG. A la hora de encarar algo como es la situación en Oriente Medio cada uno arrima el ascua a su sardina, y esto es lo que cada uno ha querido ver en el cómic. La realidad, sin embargo, es otra. E infinitamente más terrible.
[También han opinado de forma muy acertada sobre esta cuestión Nou Llunari y Moneiots.]
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