28 julio 2025

'Spiderman 2099' (integral 1), de Peter David y Rick Leonardi (Panini)

A pesar de que tengo una pila inverosímil de cómics por leer "de trabajo", esta semana quise hacer un parón y coger alguna cosa que de verdad me apeteciera. Y escogí un tomo que hace unos meses compré, el primer omnibus de Spiderman 2099, de Peter David y Rick Leonardi.

Noto cómo me voy haciendo viejo porque la gran mayoría de novedades del género superheroico -y no digamos su continuidad- me son totalmente ajenas y por tanto no me interesan en absoluto. Puede haber excepciones -hace unos años disfruté de casos aislados, como el de Hulka de Charles Soule y Javier Pulido, la Visión de Tom King, el Daredevil de Mark Waid, el Ojo de Halcón de Matt Fraction, o el Caballero Luna de Warren Ellos-, pero son contadas.

Últimamente siento un inesperado placer al revisitar los cómics de la época en la que me metí en Marvel, esto es, principalmente los 90. Y sé que de aquella época no todo es bueno, evidentemente, pero me ha dado por recuperar algunas de esas colecciones que leí (o no) en su momento, y lo estoy disfrutando, como quien ve una película antigua, y no es un clásico, pero tiene esa pátina de tiempo y esa manera de hacer que te hace conectar con ella. 

Tenemos la suerte de que, desde hace poco (en términos de cuarentón, en realidad desde 2023), Panini está reeditando Spiderman 2099 en unos omnibus de los que el tercero está planeado para este septiembre. El tomo recoge la serie regular del Trepamuros del futuro, uno de los barcos insignias de esa línea cyberpunk que Marvel se sacó de la manga hace ahora un poco más de 30 años con la que redoblar cabeceras, ofreciéndonos versiones futurísticas y distópicas de parte de su plantilla. Yo no había leído el Spiderman 2099 en su momento, sólo la segunda serie de Muerte (Doom 2099), que si no recuerdo mal era de Warren Ellis y me dejó buen sabor de boca.

En Spiderman 2099, Peter David tenía un propósito claro: distanciarse de todo el legado del Trepamuros clásico, con un personaje -Miguel O'Hara- de ascendencia inmigrante, que además representaba todo lo contrario de Peter Parker. Donde Parker era un estudiante jovenzuelo y retraído, O'Hara era un presuntuoso y socarrón científico que trabaja para una poco escrupulosa corporación. Allí se ve afectado por un accidente de manipulación de ADN en el que mezcla su ídem con el de un arácnido. La ambientación del cómic -y de todo su universo paralelo- es fruto de cómo había influido la estética cyberpunk de aquella época: William Gibson, Bruce Sterling, Robocop, Shadowrun, Blade Runner... Y afortunadamente no había llegado aún Matrix. Aquí los grandes males (malos) del futuro son las despiadadas corporaciones, que controlan estados enteros, ofreciendo un panorama sombrío de una sociedad que se alimenta de comida sintética, cigarrillos de mala calidad y que vive en ciudades estratificadas por el nivel de vida de sus miembros.

A pesar de que el tono sombrío y distópico es aprovechado poco para la fuerza que podría tener en las tramas, nos encontramos un cómic en el que Peter David hace gala de oficio. Sobre todo, el guionista de Hulk brilla en los diálogos y en algunos de los cliffhangers que encontramos. Me lo imagino constreñido por la necesidad que debería de tener la editorial de convertir el universo 2099 en un espejo deformado del que ya conocíamos pero al mismo tiempo ofreciendo constantes guiños y caminando por una senda segura; es decir, en Spiderman 2099, David -a pesar de las declaraciones que podemos leer de él- parece intentar nadar y guardar la ropa. No obstante, el cómic se deja leer bien: es un cómic de aventura en un mundo distópico y se disfruta, primero por el buen hacer de los autores, y segundo, por esa pátina que ya tiene después de 30 años, la misma que te hace disfrutar de una película viejuna -o directamente regulera- porque sabes a qué has ido y qué te vas a encontrar. 

Mención aparte del apartado gráfico. En este tomo tenemos a Rick Leonardi como dibujante principal, que se ve apoyado por la veteranía de Al Williamson a las tintas, y cuya huella a mi parecer hace subir varios grados el dibujo de Leonardi. En algún número encontramos también a un muy solvente Tom Grindberg y, de forma sorpresiva, a Kelly Jones al que definitivamente encontramos fuera de su zona de confort. Otro canto sería el color.  En la mayor parte del tomo, el color es tradicional, pero en alguno de los números, el colorista -el habitual, ojo- se decide a experimentar en lo que parecen las primeras aplicaciones de color digital, que en aquel momento debería parecer una pasada en cómo se podían hacer los degradados, pero que con el tiempo hemos visto que esos primeros pasos eran quizá aún un poco prematuros. Afortunadamente no es la tónica del tomo y la gran mayoría de él tiene el coloreado que esperaríamos de una serie de los 90. 

En definitiva. A pesar de los peros que le haya podido poner, Spiderman 2099 sigue siendo una lectura muy entretenida, y seguiré haciéndome con los omnibus para completarla, en parte, además, porque series como ésta representan para mí recuperar un poco del paraíso perdido de mi juventud.

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