Es difícil decir algo nuevo del género de superhéroes en cómic. Un género que arrancó en los años 40 del pasado siglo y que cuando pensábamos que había llegado al cenit de su popularidad, la industria cinematográfica se propuso salvarlo (al menos en la gran pantalla, claro). Los superhéroes han tenido sus épocas: épocas de oro, de plata, de la modernidad han pasado a la posmodernidad y han ido cambiando su valor semiótico según la sociedad también cambiaba.
Hoy en día, el género está en un momento complicado. Y lo digo como lector que se ha ido progresivamente alejando de él. Insertado en una sociedad líquida y posmoderna, los superhéroes hoy se debaten entre el homenaje nostálgico y un continuismo cada vez más agotado que únicamente justifican razones económicas. La industria se debate entre dar carpetazo a unos personajes cuyo marco temporal ha pasado a ser totalmente fantástico y el temor de presentar a nuevas hornadas de superhéroes que no cuajen entre el público. Al fin y al cabo, si Superman o Batman han funcionado 80 años, ¿por qué no pueden funcionar 80 años más?
En los últimos, digamos, 20 años, he leído muy pocas aportaciones realmente relevantes al género. También podría equivocarme, porque como he dicho, mi interés por él ha decrecido así como me he hecho viejo. La mayoría de esas historias relevantes han querido precisamente jugar con los tópicos del género para volver a retratar la sociedad que los acoge, porque como ya habréis sospechado, el género de superhéroes es sólo una crónica de la sociedad de su tiempo. Y Astro City es una de esas diez obras que deberían estar en todas las listas sobre lo mejor del cómic de superhéroes.
Astro City cumple ahora ¡uf! treinta años. Planeta reedita la serie en el formato USA Metrobook, que son unos omnibus que recogerán en 6 voluminosos tomos toda la obra de Kurt Busiek y Brent Anderson. He seguido la serie durante estas tres décadas: primero en las grapas de Fórum, luego en una edición de lujo -que sigue siendo la más bonita- de Norma (con continuación más sobria de ECC), y ahora en esta nueva edición. Vuelta a leer ahora, treinta años después de su primera publicación, Astro City sigue generándome las mismas emociones puras que la primera vez. Busiek es un perfecto conocedor del género: ya había podido hacer una relectura del Universo Marvel en aquella fabulosa serie Marvels, donde intentaba recrear cómo sería un mundo poblado por dioses y héroes a los ojos del común de los mortales. Pero Busiek tenía más ideas: quería seguir explicando esas historias en un mundo propio, no constreñido por la tiranía de la continuidad y la autocensura. Y entonces creó Astro City. Una ciudad sobre la que cimentar su propia mitología, utilizando a los superhéroes ya existentes como arquetipos para sus historias. En Astro City encontramos paralelismos obvios: El Samaritano es Superman, Confesor es Batman, la Primera Familia son los Cuatro Fantásticos... Pero eso tanto da. Lo importante es que Kurt Busiek tenía una base, que todo el mundo podía identificar, sobre la que jugar y contar las historias que le apeteciera sobre esos arquetipos.
Precisamente el interés de Astro City viene por las historias profundamente humanas que Busiek extrae de sus personajes metahumanos. Los anhelos de libertad del Samaritano. Las dificultades de las relaciones sentimentales (en este caso, entre Samaritano y Victoria Alada). La paradoja bíblica del "único hombre justo". Todo ello servido con un amplísimo conocimiento de los tropos del género.
A medida que la serie avanza, Busiek deja los episodios autoconclusivos para desplegar una trama más ambiciosa que, eso sí, recuerda más a las épocas doradas del cómic. Kurt Busiek hace lo que mejor sabe hacer. Y le acompaña a los lápices Brent Anderson, un dibujante clásico al que debemos la soberbia novela gráfica Dios ama, el hombre mata con Chris Claremont. Anderson tiene un estilo muy setentero, y quizá al lector casual no convencerá, pero le da a la serie el toque vintage justo que necesita -siendo, como es, un maestro de la anatomía y un artista de la escuela de Neal Adams. Y evidentemente, tenemos las portadas del monstruo hiperrealista Alex Ross, que ya han creado escuela y que contribuyen a esa visión de la divinidad desde los ojos de los mortales.
Volver a Astro City con esta edición ha sido un placer. Si bien me he encontrado con algunos fallos de traducción/rotulación algo imperdonables a estas alturas y con tantas ediciones detrás (creo que la traducción de Javier Olivares es nueva, pero no será que pueden consultarse la anteriores), el material que ofrece esta edición es fantástico. Os recomiendo, tanto si ya la leísteis en su momento, como si no la habéis descubierto todavía, que aprovechéis esta nueva edición para visitar Astro City y quedaros allí, en el corazón de los superhéroes, a vivir una temporada.
2 comentarios:
Ahora se están publicando series superheroicas latinoamericanas en donde los malos son conquistadores españoles, que creo ya es algo conocido por algunos furiosos pobladores de nuestro moderno Españichiquirritistán, e incluso existen cruces entre superhéroes argentinos, chilenos, brasileños y paraguayos. También existen superhéroes de corte autoritario dirigidos explícitamente a un público orgullosamente fascistoide. Y alguna otra novedad más consistente como pueden ser los nuevos súpers surgidos desde distintos estados de África dentro de sus propios mercados de la historieta. Igual de interesante que alguna traslación de imaginarios religiosos afrodiaspóricos hacia el subgénero superheroico.
Siempre hay algo nuevo por ahí aunque el siempre cautivo lector español de historieta tengan muy difícil llegar a interesarse por ello gracias al raquitismo editorial y la sumisión de sus empresarios y artistas a mercados extranjeros. Además, claro del eurocentrismo galopante propio de la piel de tordo
Así que desde fuera siempre se puede decir algo nuevo.
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