Goiter se tiene que entender como un cómic serializado (¿apareció así por primera vez?), en un formato que homenaje los títulos de la EC (previos a la autocensura del medio en EEUU), con historias independientes pero que tienen un nexo común que puede seguirse si se leen todas juntas. En todo caso, es un hilo muy sutil y lo que caracteriza estas historias es su aparente sinsentido, como dice el autor "donde la vida es un mero síntoma de la catástrofe". No se me ocurre mejor frase para resumir este tebeo.
31 julio 2025
'Goiter', de Josh Pettinger (La Cúpula)
30 julio 2025
'Piensa', de Shinsuke Yoshitake (Pastel de Luna)
Siempre digo que el último Shinsuke Yoshitake que he leído es el que me gusta más, pero en esta ocasión creo que esta pequeña cápsula de socratismo gana por goleada. Edita Pastel de Luna en castellano y catalán.
29 julio 2025
'Black Metal', de Magius (Autsaider Comics)
Magius ya había dado un golpe sobre la mesa cuando en 2018 publicó, también en Autsaider, El método Gemini, una historia de mafiosos que hacía múltiples homenajes al cine de su género pero que se convertían en algo más gracias a las elecciones estéticas y narrativas del autor. Ese talento se confirmó dos años después en Primavera para Madrid, uno de los cómics del año y que llevaba el tema de la mafia a un marco mucho más próximo, convirtiéndose en un crónica sin nombres pero cristalina de la corrupción española.
Con Black Metal, Magius da una vuelta de tuerca a su obra y se instala en un tema que me imagino -por mi cercanía a él- que le interesa. En el cómic, conoceremos la historia del inicio del black metal noruego. Una historia entre Oslo y Bergen en la que los protagonistas, los músicos reales que vivieron (caray, que viven -casi todos) aquellos hechos han sido convertidos en niños. Y he aquí la gracia del título. Magius da cuenta de cómo nació esa música oscura, misantrópica y antirreligiosa en un confín helado del mundo, un cóctel en el que tenemos que mezclar la música extrema preexistente (el thrash metal, el death) con el típico carácter noruego aislacionista. Si a eso juntamos ciertos problemas mentales o ideas totalitarias... tenemos una bomba de relojería, que se tradujo en una música para hombres lobos al borde de lo no escuchable, pero también en una serie de delitos, a cual más atroz. Y ojo, estoy hablando de la realidad. La gracia, como decíamos, es que habiendo podido hacer una especie de cómic documental, siguiendo libros como el de Señores del caos, que documentó todos aquellos actos, Magius opta por convertirlos en historia-ficción convirtiendo a sus protagonistas en niños, y de alguna forma, dándole una pátina de humor a unos hechos terribles. Aquí Euronymous es un jovencito necesitado de atención, o el conde Grishnack un niño mimado al que no le han puesto límites. Toda, toda la plantilla del metal noruego aparece por las páginas de Black Metal, y eso es un detalle que el aficionado disfrutará: están los miembros de Emperor, Darkthrone, Mayhem, Immortal...
De esta manera, Magius combina los fondos hiperrealistas con los personajes caricaturizados (¿al estilo casi Hora de aventuras?) para crear una historia descacharrante donde lo terrible se abraza con lo entrañable. Las versiones magiuzadas de los verdaderos protagonistas de la historia ponen un contrapunto humorístico a lo que fueron unos hechos atroces, a los que el autor se ciñe de una forma bastante sucinta; esto es, si el lector no conoce los hechos, le animamos a que luego investigue qué cosas de las que cuenta Magius aquí son reales y cuáles no, y seguramente se llevará una gran sorpresa.
Black Metal no sólo da cuenta del origen de un subgénero musical (algunos dicen que es un arte diferente a todo lo demás, incluso que se trata de la última vanguardia real), sino un viaje que nos lleva por puntos que quizá no conectaríamos -la agreste naturaleza noruega, Aleister Crowley, Brueghel, los vikingos, el también noruego Edvard Munch- para hablarnos de lo absurdo que es en realidad el ser humano.
No puedo ser objetivo con este título: la obra de Magius me encanta, y además aquí toca un tema que me fascina, por tanto el combo tenía que ser ganador. Mención extra para la fantástica edición de Autsaider, con tapa dura y relieve, con el canto de las páginas en negro, pero al mismo tiempo con la típica rotulación manual de Magius que aquí tiene todo el sentido por la filosofía DIY y lowfi que tenía el black metal noruego... En fin. Black Metal estará en mi lista de lo mejor de 2025, y justo ayer salía la primera selección de Esenciales ACDCómic 2025 que incluía este cómic, con lo cual, más pistas ya no puedo dar. ¡A leerlo y a ponerse Mayhem de fondo, leñe! Black metal ist krieg!
28 julio 2025
'Spiderman 2099' (la colección completa 1), de Peter David y Rick Leonardi (Panini)
Noto cómo me voy haciendo viejo porque la gran mayoría de novedades del género superheroico -y no digamos su continuidad- me son totalmente ajenas y por tanto no me interesan en absoluto. Puede haber excepciones -hace unos años disfruté de casos aislados, como el de Hulka de Charles Soule y Javier Pulido, la Visión de Tom King, el Daredevil de Mark Waid, el Ojo de Halcón de Matt Fraction, o el Caballero Luna de Warren Ellos-, pero son contadas.
Últimamente siento un inesperado placer al revisitar los cómics de la época en la que me metí en Marvel, esto es, principalmente los 90. Y sé que de aquella época no todo es bueno, evidentemente, pero me ha dado por recuperar algunas de esas colecciones que leí (o no) en su momento, y lo estoy disfrutando, como quien ve una película antigua, y no es un clásico, pero tiene esa pátina de tiempo y esa manera de hacer que te hace conectar con ella.
Tenemos la suerte de que, desde hace poco (en términos de cuarentón, en realidad desde 2023), Panini está reeditando Spiderman 2099 en unos omnibus de los que el tercero está planeado para este septiembre. El tomo recoge la serie regular del Trepamuros del futuro, uno de los barcos insignias de esa línea cyberpunk que Marvel se sacó de la manga hace ahora un poco más de 30 años con la que redoblar cabeceras, ofreciéndonos versiones futurísticas y distópicas de parte de su plantilla. Yo no había leído el Spiderman 2099 en su momento, sólo la segunda serie de Muerte (Doom 2099), que si no recuerdo mal era de Warren Ellis y me dejó buen sabor de boca.
En Spiderman 2099, Peter David tenía un propósito claro: distanciarse de todo el legado del Trepamuros clásico, con un personaje -Miguel O'Hara- de ascendencia inmigrante, que además representaba todo lo contrario de Peter Parker. Donde Parker era un estudiante jovenzuelo y retraído, O'Hara era un presuntuoso y socarrón científico que trabaja para una poco escrupulosa corporación. Allí se ve afectado por un accidente de manipulación de ADN en el que mezcla su ídem con el de un arácnido. La ambientación del cómic -y de todo su universo paralelo- es fruto de cómo había influido la estética cyberpunk de aquella época: William Gibson, Bruce Sterling, Robocop, Shadowrun, Blade Runner... Y afortunadamente no había llegado aún Matrix. Aquí los grandes males (malos) del futuro son las despiadadas corporaciones, que controlan estados enteros, ofreciendo un panorama sombrío de una sociedad que se alimenta de comida sintética, cigarrillos de mala calidad y que vive en ciudades estratificadas por el nivel de vida de sus miembros.
A pesar de que el tono sombrío y distópico es aprovechado poco para la fuerza que podría tener en las tramas, nos encontramos un cómic en el que Peter David hace gala de oficio. Sobre todo, el guionista de Hulk brilla en los diálogos y en algunos de los cliffhangers que encontramos. Me lo imagino constreñido por la necesidad que debería de tener la editorial de convertir el universo 2099 en un espejo deformado del que ya conocíamos pero al mismo tiempo ofreciendo constantes guiños y caminando por una senda segura; es decir, en Spiderman 2099, David -a pesar de las declaraciones que podemos leer de él- parece intentar nadar y guardar la ropa. No obstante, el cómic se deja leer bien: es un cómic de aventura en un mundo distópico y se disfruta, primero por el buen hacer de los autores, y segundo, por esa pátina que ya tiene después de 30 años, la misma que te hace disfrutar de una película viejuna -o directamente regulera- porque sabes a qué has ido y qué te vas a encontrar.
Mención aparte del apartado gráfico. En este tomo tenemos a Rick Leonardi como dibujante principal, que se ve apoyado por la veteranía de Al Williamson a las tintas, y cuya huella a mi parecer hace subir varios grados el dibujo de Leonardi. En algún número encontramos también a un muy solvente Tom Grindberg y, de forma sorpresiva, a Kelly Jones al que definitivamente encontramos fuera de su zona de confort. Otro canto sería el color. En la mayor parte del tomo, el color es tradicional, pero en alguno de los números, el colorista -el habitual, ojo- se decide a experimentar en lo que parecen las primeras aplicaciones de color digital, que en aquel momento debería parecer una pasada en cómo se podían hacer los degradados, pero que con el tiempo hemos visto que esos primeros pasos eran quizá aún un poco prematuros. Afortunadamente no es la tónica del tomo y la gran mayoría de él tiene el coloreado que esperaríamos de una serie de los 90.
En definitiva. A pesar de los peros que le haya podido poner, Spiderman 2099 sigue siendo una lectura muy entretenida, y seguiré haciéndome con los omnibus para completarla, en parte, además, porque series como ésta representan para mí recuperar un poco del paraíso perdido de mi juventud.
24 julio 2025
'Manu y Moha', de Kim Fupz Aakeson y Rasmus Bregnhøi (TakaTuka)
Historias conectadas a los lectores de la edad de los protagonistas (videojuegos, Halloween -sí, también en Dinamarca-, Youtube, el fútbol) que aquellos agradecerán. Lectura muy amena y ganadora del Premio Scriver 2016 de Dinamarca.
06 julio 2025
'Magda, cocinera intergaláctica 2: El duelo de las chefs', de Nicolas Wouters y Mathilde Van Gheluwe (Astiberri)
Magda, cocinera intergaláctica es una serie, en mi opinión, de perfil bajo. Un tapado. Una serie que, a priori, quizá no engancharía por su apuesta visual, de cierto regusto manga pero con un deje feísta. Y, sin embargo, cuando uno acaba un tomo, como ya dije en la reseña del primer volumen y confirmo en el segundo, es imposible dejar de leer.
Me temo que voy a ser reiterativo con este cómic, así que he preferido no releer lo que ya dije de él en ocasión del primer volumen. Mi entusiasmo por esta obra se debe a que Magda tira de mí en dos direcciones diferentes. Por una parte, el enfoque juvenil de la historia, con una brava niña protagonista que participa en un torneo de cocina para salvar su planeta, me devuelve a mi propia juventud, cuando disfrutábamos de las competiciones de artes marciales de Dragon Ball o las gastronómicas de El gran Sushi. Magda es ambas cosas a la vez.
Pero por otra parte, lo que también tira de mí es el subtexto del cómic, una crítica a nuestra sociedad, cifrada en la de los concursos -sobre todo infantiles- de cocina de la televisión (Top Chef, Master Chef...): su hipocresía, su mercantilismo rampante, su superficialidad, su lucha ciega por las audiencias; y de forma más general, en las cortinas de humo y los chanchullos políticos que contribuyen a destruir la naturaleza que nos acoge. Frente a las mentiras de la sociedad capitalista, se oponen las ideas de los personajes de Magda: la amistad, la ecología, la justicia social, el amor por la tierra, la cooperación y no la competitividad. Si a estas alturas, alguien piensa que Magda es woke, le daré la razón: es un maldito cómic woke si eso significa que contiene una serie de valores y luchas que el mismísimo Miyazaki firmaría y que deberían injertarse en los corazones de todos los lectores y lectoras.
Pero es que, por si fuera poco, la historia de Magda está muy bien contada, con personajes vibrantes, giros de guion y un uso muy inteligente de los elementos que apelan la emoción (¡la escena del postre secreto de Gusto!). Sigue sin convencerme el dibujo de Mathilde Van Gheluwe, pero en cambio este segundo número (no el último, porque la trama vuelve a quedar en el aire, ¡quiero más!) me ha convencido; Magda, cocinera intergaláctica es una de las mejores series juveniles que publican actualmente, y os reto a que lo comprobéis.
02 julio 2025
'Fotógrafos de guerra', de Raynal Pellicer y Titwane (Planeta)
Hubo una época en la que el periodismo aspiraba a contar la verdad. Los reporteros de guerra sin duda son los ejemplares más inusuales y atrevidos de esta profesión. Nuestras sociedades podrían medirse por la manera en que tratan a los periodistas gráficos en sus conflictos bélicos. Los fotógrafos alemanes Hans Namuth y Georg Reisner documentaron la guerra civil española desde julio de 1936 a marzo de 1937: sus imágenes dieron la vuelta al mundo en las páginas de las revistas ilustradas más importantes. Sin embargo, su trabajo profesional ha tenido poco reconocimiento en comparación al de otros reporteros con quienes compartieron los mismos momentos y lugares durante la contienda española, como Robert Capa. Raynal Pellicer y Titwane reivindican en Fotógrafos de guerra la labor que hicieron Namuth y Reisner en este memoir en forma de novela gráfica.
Raynal Pellicer ha trabajado en documentales y es autor de obras centradas en la fotografía y la justicia. Entre sus trabajos destacan Présumés coupables (2009) o Version originale (2013), donde explora la historia y manipulación de la fotografía de prensa. Titwane, por su parte, es un ilustrador conocido por su estilo realista. Ha trabajado codo con codo con Pellicer en obras como Brigade Criminelle (2015) y Brigade des Mineurs (2017), todas con un fuerte componente reivindicativo y social. En Fotógrafos de guerra, el tándem brilla especialmente cuando la narrativa documental, sostenida por una profunda investigación histórica, se complementa con la capacidad tanto compositiva como emotiva de la ilustración.
La historia de Fotógrafos de guerra abarca desde la llegada de Hans Namuth y Georg Reisner a Barcelona en 1936 para asistir a la Olimpiada popular,un evento antifascista organizado en protesta por los juegos olímpicos de Berlín. Pero el destino les tiene reservado otro evento: el levantamiento militar en África transforma su misión en una cobertura informativa les llevará a dejar Barcelona para visitar todo el frente de guerra.
Una de las cosas que llama la atención es la crudeza con la que Pellicer y Titwane retratan el periplo de los dos alemanes. Sin romanticismos por la guerra ni filiaciones: a pesar de tener simpatías por el anarquismo y el comunismo, los fotógrafos constatarán que en su bando también se están cometiendo atrocidades.
Pellicer se preocupa mucho de poner en situación al lector. La historia no cuenta sólo las peripecias que vivirían los dos fotógrafos, sino también de ofrecer en todo momento el contexto al lector. Lo hace con el apoyo de Titwane, que descompone la clásica página de cómic para abrirla a las necesidades de la narración, abandonando las viñetas, y creando un híbrido que a veces se acerca al libro ilustrado. El dibujante ha realizado un exhaustivo trabajo de documentación, y en muchas de las viñetas reconocemos los perfiles de los hombres y mujeres anónimos que Namuth y Reisner retrataron a lo largo de su viaje peninsular.
Fotógrafos de guerra ofrece al lector una visión descarnada de la guerra civil española a través de los ojos de dos extranjeros que vivieron aquel horror fratricida y que descompuso, también, sus propias vidas.